Otra interpretación es posible, por Bjorn Lomborg
Otra interpretación es posible, por Bjorn Lomborg
Bjorn Lomborg

Hoy existe la errónea impresión de que la desigualdad está aumentando inexorablemente. La organización Oxfam no ha hecho más que contribuir a esta mala interpretación, al afirmar que las ocho personas más ricas del planeta acumulan la misma riqueza que la mitad de la población mundial.

Oxfam mide la riqueza neta, no los ingresos. Crucialmente, incluye la riqueza “negativa” (es decir que el 5% de estadounidenses con préstamos estudiantiles o capital negativo sobre sus casas es considerado más pobre que el 75% de la población africana). Esto significa que incluso un jornalero de Zimbabue con nada más a su nombre que un simple peine es más rico que el 45% de la población mundial a ojos de Oxfam. Sus datos también dejan fuera cualquier derecho a pensiones e ignoran por completo los grandes activos del Estado.

La verdadera historia sobre la desigualdad es mucho más optimista que la relatada por Oxfam. Medida a lo largo de los últimos dos siglos, la brecha entre los ingresos de ricos y pobres sin lugar a dudas ha ido creciendo. Pero esto se debe a que cada vez más personas salieron de la pobreza. En 1820, la desigualdad global era relativamente baja, simplemente porque casi todos nuestros antepasados eran tan pobres como el resto. 

Hace casi 200 años, alrededor del 94% del planeta estaba empobrecido. En el 2015, el Banco Mundial concluyó que, por primera vez en la historia, menos del 10% del planeta estaba viviendo en la pobreza más absoluta. Centrarse únicamente en la desigualdad implica que podemos no ser capaces de reconocer este increíble logro. 

En 1820, la diferencia entre los ingresos de ricos y pobres en el mundo estaba tan extendida como en las sociedades más desiguales de hoy en día (como Brasil o México). Debido al rápido desarrollo de algunos países, la brecha creció a partir de 1820, y fue especialmente profunda desde 1950.

Pero a partir de la década de 1980 sucedió algo destacable. Junto con una gran cantidad de personas que escapaban de la pobreza, surgió una clase media emergente. Esta contaba con cerca de mil millones de personas en 1985. Hoy ha superado los 2,5 mil millones, con 430 millones de chinos uniéndose a esta cifra. Esta es la razón por la que la desigualdad mundial ha disminuido en las últimas tres décadas (y con bastante rapidez en los últimos 15 años). 

Dentro de los países, la desigualdad de ingresos ha aumentado en cierta medida, sobre todo como resultado de la globalización. Pero la crudeza de la desigualdad es generalmente mucho menor ahora que hace 100 años. Cuando escuchamos que el 1% más rico se queda con una participación récord de la economía –un argumento que se hizo popular gracias a Thomas Piketty– tenemos que recordar que esto se basa en datos solo para EE.UU. y otros países de habla inglesa desarrollados. A modo de ejemplo, en Estados Unidos el 1% con mayor renta se quedaba con el 19% de la renta total en 1913, pero el porcentaje cayó hasta 10,5% en 1976, llegando a duplicarse hasta un asombroso 20% en el 2014. 

La experiencia es muy diferente en Europa continental y Japón, donde el nivel más alto comenzó en 1910 con un porcentaje similar al de los magnates de EE.UU., se redujo posteriormente de forma parecida, pero desde entonces experimentó poco o ningún crecimiento. Esto forma parte del patrón global en el que la desigualdad ha ido disminuyendo. 

Por otra parte, la desigualdad tiene mucho más importancia que los ingresos. Durante los últimos 50 años, la diferencia en la esperanza de vida entre los países más ricos y los más pobres se ha reducido de 28 a 19 años. La investigación muestra que la desigualdad en la esperanza de vida de hoy en día es menor de lo que ha sido durante dos siglos. 

La desigualdad en la educación también ha disminuido. En 1870, cuando más del 75% de la población global era analfabeta, el acceso a la educación era aún más desigual que la disparidad de ingresos. Hoy en día, más del 80% de personas puede leer y los analfabetos son en su mayoría personas de edad avanzada. 

La desigualdad es sin duda un asunto importante, porque un exceso de disparidad puede reducir el crecimiento y detiene la movilidad social. Necesita ser abordado, pero debemos tener cuidado con las afirmaciones sobredimensionadas que pasan por alto el increíble desarrollo que se ha producido en diversos ámbitos, reduciendo la cifra global de los verdaderamente pobres y acortando las diferencias existentes de ingresos, educación y salud.