La vacunación es una de las verdaderas maravillas de la humanidad, ya que ha salvado más vidas que ningún otro invento médico y ha permitido controlar enfermedades que antes proliferaban sin control. Sin embargo, a menudo no apreciamos hasta qué punto han cambiado la vida humana para mejor.
A principios del siglo pasado, las enfermedades infecciosas causaban más de un tercio de todas las muertes en Estados Unidos, matando a una mayor proporción de personas que el cáncer y las cardiopatías en la actualidad. Hoy en día, las vacunas han hecho que enfermedades comunes como la difteria, la fiebre tifoidea, el sarampión y la tosferina estén prácticamente extinguidas. Durante el siglo XX, enfermaban a más de un millón de estadounidenses al año. Hoy, esa cifra se ha reducido en un 98%.
Este panorama es aún más dramático si nos fijamos en las zonas más pobres del mundo. La viruela fue una de las enfermedades infecciosas más graves, que mató indiscriminadamente durante milenios, antes de ser finalmente erradicada en 1977 gracias a una vacuna. Mató a unos 300 millones de personas a lo largo del siglo XX y, sin la vacuna, solo esta enfermedad podría seguir matando a 5 millones de personas cada año.
Se calcula que las vacunaciones mundiales actuales (sin tener en cuenta la de la viruela, ya que la enfermedad se erradicó hace mucho tiempo) salvan 3,8 millones de vidas cada año.
Aun así, cada año, millones de niños de las zonas más pobres del mundo siguen sin vacunarse. Esta situación se vio agravada por la pandemia del COVID-19, que puso a prueba los sistemas de salud y provocó que 25 millones de niños se quedaran sin recibir alguna o todas sus vacunas en el 2021. Fueron 5,9 millones más que en el 2019 y la cifra más alta desde el 2009. Incluso en el Perú, la tasa de vacunación disminuyó del 88% en el 2019 al 82% en el 2021. Es decir, 106 mil niños peruanos no fueron vacunados.
Lamentablemente, la recesión, la inflación y muchos otros problemas mundiales nos hicieron perder de vista el enorme potencial que ofrecen las vacunas.
Líderes de todo el mundo prometieron en el 2015 reducir drásticamente la mortalidad infantil para el 2030 como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Esto solo puede lograrse si conseguimos que todas las enfermedades prevenibles mediante vacunación estén bajo control.
Lamentablemente, hay demasiadas promesas diferentes en los ODS: 169 metas. Hay poca diferencia entre tener 169 prioridades y no tener ninguna. Como los ODS prometen demasiado, no estamos logrando cumplir ninguna de las promesas. Este año marca la mitad del período de los ODS, pero no estamos ni cerca de la mitad del camino para lograr los resultados propuestos. En la trayectoria actual (y sin incluir el retroceso durante el COVID-19), alcanzaremos la promesa de los ODS sobre vacunas con más de medio siglo de retraso.
Tenemos que identificar y priorizar nuestros objetivos más cruciales. Mi grupo de reflexión, el Copenhague Consensus Center, junto con varios premios Nobel y más de cien destacados economistas, han hecho exactamente eso: identificar dónde puede tener mayor impacto cada sol invertido.
Investigadores de la Universidad Johns Hopkins y del Centro Internacional de Acceso a Vacunas (IVAC) han documentado tanto los costos como los beneficios de aumentar la inversión mundial en vacunación. Si continuamos con nuestro nivel actual de gasto, seguiremos salvando 3,8 millones de vidas por enfermedades evitables de aquí al 2030.
Pero si aumentáramos ligeramente esa cobertura, empujándola al alza –como ha sucedido sistemáticamente en las últimas décadas–, las cosas mejorarían aún más. En los próximos ocho años, del 2023 al 2030, podríamos salvar 4,1 millones de vidas más.
Esto tendría costos reales. A medida que ampliamos las campañas de vacunación a lugares de más difícil acceso y a familias que hasta ahora no han participado, los costos aumentan. Puede que sea necesario copiar el ejemplo de la India, que utiliza incentivos alimentarios y “campamentos” de vacunación para garantizar una mayor cobertura.
Sin embargo, el costo financiero adicional seguirá siendo relativamente modesto: US$1.500 millones extra al año, junto con unos US$200 millones en costos de tiempo adicionales. Salvar medio millón de vidas al año es una oportunidad increíble. Utilizando evaluaciones económicas estándar a lo largo del tiempo y considerando que los impactos evitados más cercanos en el tiempo son más importantes, tal beneficio vale unos US$170.000 millones anuales.
Esto significa que cada dólar invertido generará US$101 de beneficios sociales. Conseguir una relación calidad-precio de 100 a 1 es un rendimiento absolutamente fenomenal en una política para aumentar la vacunación mundial.
De los cientos de promesas que el mundo ha hecho en los ODS, la mayoría de las que nunca se cumplirán, unas pocas destacan por su increíble eficacia. El aumento de la vacunación es claramente una de estas políticas. Si queremos lograr el máximo bien para el mundo, debemos dar un paso adelante y asegurarnos de que se asignan recursos para aumentar la vacunación.