Estos últimos días hemos sido testigos de cómo muchos periodistas y medios han abordado lo ocurrido con Danna Ben Haim y Jaime Cillóniz de manera sensacionalista; de cómo han llevado el acoso evidenciado en el ascensor a las calles –con entrevistas al paso– y a una persona mentalmente inestable. En vez de mencionar la importancia de la salud mental, de hablar de lo clave del diagnóstico temprano o del tratamiento y mantenimiento de las patologías psiquiátricas, se ha expuesto y perseguido a una persona que debe ser evaluada profesionalmente y luego ser sancionada por las autoridades.
En vez de hablar del acoso y de lo vulnerable –y vulnerada– que puede ser una mujer en nuestro país, se sigue con micros y cámaras a quien no está en capacidad de responder con coherencia a las preguntas. En vez de hablar de las estadísticas sobre la adicción y las causas de los trastornos psicóticos y cómo prevenirlos, se difunden imágenes en redes de una nariz que aparentemente llevaría cocaína pegada en sus fosas. En lugar de hablar de las consecuencias que puede sufrir alguien luego de ser retenida y maltratada, se muestra el gesto del agresor dándole un beso e incitando la vulgaridad.
¿Para qué? Puedo imaginarme que es para ganar mayor audiencia, puedo pensar que es porque nuestra sociedad está acostumbrada a consumir morbo, porque el chisme o el meme pueden más que la información, porque los programas más vistos son aquellos que plantean conflictos de pareja o familiares (no hablan de los problemas de fondo), descubrimientos de infidelidades o agresiones, exposición de consumidores y problemas de drogadicción (no de su prevención).
Quiero creer que esto se da porque nuestra población, en su gran mayoría, ignora la importancia de la salud mental, que las patologías mentales tienen una causa física o que los trastornos psiquiátricos no se cambian y mucho menos se controlan únicamente con un “pon de tu parte”. Quiero pensar que es por una mala costumbre y, claro, el ser humano puede reacostumbrarse y aprender.
Son muchas las veces en las que un suicidio ocupa espacio en las redes sociales o las ocasiones en las que imágenes de un acto como este circulan por Internet. Sin embargo, son pocas las veces en las que alguna estadística o información, relacionada a prevenir patologías mentales, corre por nuestros teléfonos con la misma fuerza.
Publicar imágenes explícitas o difundir noticias de suicidio genera un efecto contagio. Personas con ideación suicida o conductas autolesivas pueden activarse emocionalmente e incurrir en un acto como este. En otros países está prohibida la difusión de estas, en el nuestro circulan rápidamente por los medios.
Las campañas de diagnóstico de problemas físicos, como el cáncer, hipertensión, diabetes y anemia infantil, son frecuentes (aunque no tanto como deberían). Sin embargo, la información de crianza con respeto, de hábitos saludables, de depresión, ansiedad, problemas de consumo, suicidio y trastornos de personalidad aparecen como una estela en los días en los que se conmemoran mundialmente.
Seremos un Perú más grande cuando en los medios de comunicación se haga prevención y psicoeducación en vez de exposición. También cuando aprendamos a ver en la prensa más información y menos noticias amarillistas.
Los invito, desde donde estén, a abrir un espacio de conversación, a compartir historias familiares y los antecedentes en el árbol de trastornos mentales. A hablar de depresión como lo hacemos del cáncer y buscar ayuda para la ansiedad como lo hacemos frente a la hipertensión.
El caso de Danna ha abierto las puertas a una nueva conversación acerca de lo alejados que estamos como país de tener a la salud mental en agenda. Asimismo, ha hecho que nos choquemos con la triste realidad de vivir en una sociedad donde el estigma y el tabú en torno a las patologías mentales son el pan de cada día.
Vamos a vivir en un país mejor cuando a la salud física, mental y social se les dé la misma importancia.
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