Felipe Ortiz de Zevallos

Con un motivante prólogo de Alberto Vergara, Penguin Random House ha editado nuevamente “Meditaciones sobre el Destino Histórico del Perú”, una colección de ensayos que Jorge Basadre publicara en 1947 (hace más de 75 años) luego de ser por pocos meses –apenas lo dejaron trabajar– ministro de Educación durante el gobierno del presidente José Luis Bustamante y Rivero. El Perú vivía entonces, como hoy, una aguda crisis política. Se discutía una Ley Mordaza contra la libertad de prensa. A inicios de año, Francisco Graña –director del diario “La Prensa”– había sido asesinado y el 28 de julio un grupo de senadores dejó sin quórum el Senado. La crisis devino un año después en el golpe de Estado del general Manuel A. Odría.

Los ensayos que incluye el libro son: “La promesa de la vida peruana”, “En torno a la enseñanza de la historia”, “Ante el problema de las élites” y “El Perú a la vista”. Complementó Basadre dichos valiosos textos con la versión de una conferencia –titulada América en la cultura occidental– que ofreciera en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1942.

Afirma Vergara que esta obra constituye el sustento de la obra de Basadre, los planos de la catedral. Concuerdo con su apreciación, aunque “planos” podría sugerir erróneamente, para quienes tenemos sesgos ingenieriles, que estas “Meditaciones” precederían al resto de su obra. Y la imagen de un bello cuadro de Baca Flor que adorna la cubierta de la presente edición insinúa también una inspiración juvenil casi poética. Basadre fue un autor precoz, pero por 1947 ya estaba en su madurez, contaba con casi 45 años. Y, desde los años 30, ya se sentía como alguien que participaba en la vida política. Había sufrido prisión durante el gobierno de Augusto B. Leguía y en 1946 fue uno de los fundadores del Partido Social Republicano. Estas “Meditaciones” no solo constituirían, por tanto, una sustentación académica y teórica de las leyes y axiomas de su obra como historiador, sino también un llamado a la acción como ciudadano.

Resume bien Vergara que Basadre interpreta al Perú desde “un nacionalismo integrador, organicista e idealista. Y que esa ambición integradora es indisociable de su infancia en una Tacna ocupada”. En su prólogo original, Basadre afirma que “el propósito de la mayor parte de estos ensayos es buscar la razón histórica del Perú, el saldo de los tiempos, su cuarta dimensión”. Los tacneños que vivieron los años del cautiverio se imaginaron un Perú ideal, mejor al que en efecto era. En procura de ganar el plebiscito acordado, Chile envió a Tacna y a Arica a sus mejores policías y maestros de escuela. Repetía Basadre una anécdota descrita en uno de sus libros: el día de la recuperación de Tacna una dama ofreció un convite celebratorio y a ella la encontró angustiada y apartada en su jardín porque no imaginaba que autoridades y oficiales peruanos pudieran comportarse y festejar de una forma tan grosera.

Señala Vergara también que Basadre resulta víctima de su genialidad. Si fue genio, solo lo fue según la definición anglosajona de Thomas Edison: “1% de inspiración y 99% de transpiración”. Si en sus textos logró “definir muchos de nuestros anhelos, de nuestras épocas, de nuestros desagrados, en fórmulas tan precisas y concisas” no fue gracias a la inspiración momentánea –en su generación, tanto Raúl Porras como Luis Alberto Sánchez eran más brillantes y chispeantes, mejores improvisadores–, sino a un trabajo esforzado y riguroso de décadas. En sus memorias, Sánchez le hace el cumplido de afirmar que cuando encuentren disonancias entre lo que él y Basadre dicen, le hagan caso a Basadre. Yo aún recuerdo el viaje de dos horas que hiciéramos en avioneta a Tacna para que él pudiera pronunciar allá su último discurso y en el vuelo, gravemente enfermo ya, corregía, corregía y volvía a corregir.

Dicho valioso discurso en CADE lo concluyó afirmando: “La esperanza más honda es la que nace del fondo mismo de la desesperación. Lo dice quien en la juventud soñó ver en los años finales de su vida, otra patria muy distinta de la que tenemos todos ante nuestros ojos; quien mirando el porvenir inmediato piensa que se requiere cordura, lucidez y la superación de los viejos vicios de la lucha política criolla que son: el faccionalismo, la aptitud para el dicterio, el atolondramiento”. Cita suya de 1979 que resulta lamentablemente válida este 2023.

Felipe Ortiz de Zevallos es fundador del Grupo Apoyo