¿Es la altura un factor de protección frente a la muerte por COVID-19? A ciencia cierta, aún no lo sabemos, pues no hay todavía estudios concluyentes. La pregunta es relevante porque, al revisar los datos sobre la extensión de la enfermedad por regiones naturales, la sierra aparece con un número significativamente menor de contagios y muertes per cápita que la costa y la selva. Cajamarca, Ayacucho, Huancavelica, Cusco y Puno, las cinco regiones menos golpeadas, tienen en común una altura promedio superior a los 2.500 metros sobre el nivel del mar.
Un primer estudio descriptivo hecho con datos del Tíbet, de Ecuador y Bolivia, publicado en abril por la revista “Respiratory Physiology & Neurobiology”, sugiere que los habitantes de “gran altitud son menos susceptibles a desarrollar efectos adversos graves en la infección aguda por el virus del SARS-CoV-2”. Otra investigación descriptiva, transversal y comparativa, publicada en mayo por la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco, concluyó que el COVID-19 "presenta menores tasas de mortalidad en zonas geográficas con alturas superiores a 2.500 metros”.
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Los estudios ponen los reflectores en el papel que las variables fisiológicas y ambientales pueden tener para contrarrestar la infección aguda por el virus. Sin embargo, además de estos factores, sería necesario considerar otros aspectos a los que se suele llamar factores confusores.
Quienes viven en altura muestran un incremento de su ventilación y presión pulmonar, tienen una mayor área de difusión alveolar, concentración de hemoglobina, capilarización y menor expresión de los receptores de la ECA (enzima convertidora de angiotensina) por donde entra el virus a las células. Tienen también mayores concentraciones de óxido nítrico en la sangre, un potente vasodilatador, entre otras tantas modificaciones fisiológicas. Poseen ventajas ante la hipoxia (insuficiencia de oxígeno, que es tanto característica del vivir en altura como efecto del COVID-19) frente a quienes vivimos a nivel del mar, pues su sistema cardiorrespiratorio les permite cumplir con sus funciones vitales con menos oxígeno ambiental y, además, su sistema arteriovenoso muy capilarizado favorece la difusión del oxígeno a bajas presiones.
Sin embargo, la persona que vive en altura también tendría una desventaja, pues en condiciones de hipoxia, la saturación de oxígeno en la sangre disminuye más rápidamente, de manera tal que, si la presión de oxígeno en los pulmones es más baja, más difícil le será a la hemoglobina entregar este gas a la sangre. La investigación pendiente tendrá que determinar si las ventajas contrarrestan esta desventaja.
La influencia de los factores ambientales también debe ser rigurosamente evaluada, por cuanto en la altura la presión atmosférica es menor; es decir, el aire es menos denso, la humedad es más baja y hay mayor cantidad de rayos ultravioletas. Esto último parecería ser especialmente importante, pues aun cuando el virus se contagia de persona a persona, podría desactivarse más rápidamente en las superficies expuestas a rayos ultravioletas.
En cuanto a los factores confusores, también será necesario comparar a las poblaciones de altura estudiadas con otras de similares condiciones socioeconómicas, de densidad demográfica y de flujos migratorios, así como la calidad y cantidad de las pruebas realizadas, y el registro de contagios y muertes.
Queda pues un trecho por recorrer para contar con la certeza de que la altura nos protege de la letalidad de este nuevo virus. Lograrlo constituiría un importante aporte de la ciencia peruana al conocimiento de esta pandemia. Por eso, la pregunta ha sido incorporada a la segunda convocatoria realizada por Concytec, en la que se han presentado alrededor de 500 postulaciones para un financiamiento de 5,5 millones de soles, que se suman a las 600 de la primera convocatoria y un financiamiento de 6 millones de soles. Además de los temas incluidos en la primera convocatoria, esta segunda plantea otros desafíos específicos que han surgido a medida que vamos conociendo más y mejor el COVID-19 y sus efectos devastadores.