Se ha debatido extensamente sobre la baja presencia de mujeres en las carreras de STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Es un hecho, las mujeres representan el 55% de los graduados universitarios en el mundo; sin embargo, solo un tercio egresa de una carrera de STEM.
En el Perú, de acuerdo con el Concytec, las mujeres dedicadas a la ciencia, tecnología e innovación alcanzan el 34% de los profesionales registrados en el Directorio Nacional de Investigadores e Innovadores (DINA), con un total de 12.541 peruanas, lo que nos coloca en una digna posición 13 entre 29 países.
Entendamos qué tienen en común las mujeres que han logrado una carrera de éxito en tecnología o ciencia. En el 2018, la economista y especialista en diversidad Laura Sherbin publicó en “Harvard Business Review” un interesante título “6 cosas que tienen en común las mujeres con éxito en STEM”.
Sus hallazgos fueron reveladores: primero, en las profesiones STEM se ha minado históricamente la autoestima de las mujeres, aludiendo a menores capacidades innatas, y la evidencia de sus estudios muestra que las mujeres que sí han tenido éxito contaban con una autoestima a prueba de balas. Segundo, consistentemente las ideas de las mujeres son silenciadas, incluso robadas, en el ambiente de trabajo y lo que es peor, tres de cada cuatro que lo han experimentado se han callado. Un elemento común entre las triunfadoras es hacerse escuchar y mostrar sus contribuciones.
Tercero, invierten seriamente en construir redes de colegas que refuercen una reputación que les permita tomar más riesgos e incluso equivocarse, así como conseguir ayuda para crear corredores que les permitan ascender. Cuarto, la mayoría han sido mentoras de alguien dentro de su organización. Ser una buena consejera de otro colega las ha ayudado a aumentar su prestigio como líderes y promotoras del talento.
Quinto: el clásico “sé tú misma” parece que también funciona en las carreras STEM, el 78% de estas profesionales reconocen haber mantenido su esencia. Sexto: no han sido tímidas a la hora de mostrar el valor de su trabajo, lo que ha nutrido su marca personal y su reputación profesional.
La crisis del COVID-19 ha traído algunas cosas buenas: una de las más notorias es que ha puesto a la ciencia en el lugar central que siempre se mereció. Nos ha mostrado que el retorno a la inversión en matemáticas, física, química, biología y medicina se traduce en vidas, vidas cuyo valor no depende de la volatilidad de los mercados.
En un mundo tradicionalmente mal administrado por abogados, economistas, militares y alguno que otro tiburón de los negocios, bien podríamos darle más impulso a las jóvenes para que sigan los pasos de las ganadoras del Nobel Marie Curie, Ada Yonath o Frances Arnold, o de las peruanas como la infectóloga Camille Webb. Y ojalá muchas, con su tabla periódica bajo el brazo, lleguen al poder como la física Angela Merkel.