Janice Seinfeld

En noviembre, los casos confirmados de por semana en el Perú han pasado de 2.000 a 18.000, según datos del Ministerio de , con un incremento sostenido de contagios en 24 de las 25 regiones del país. Además, el Instituto Nacional de Salud reporta que la positividad de pruebas moleculares pasó del 4% al 34%. Esto, considerando que hoy se realizan muchas menos pruebas moleculares que antes: un tercio que en la cuarta ola y un décimo de la tercera ola.

Estamos ‘ad portas’ de la quinta ola de contagios, pero hay dos temas fundamentales vinculados con el COVID-19 que brillan por su ausencia en la agenda pública: la urgencia de contar con la vacuna bivalente, y el impacto que está teniendo el COVID-19 persistente (o ‘long covid’) en la vida de miles de peruanos.

Vayamos al primero. Las vacunas administradas en todo el mundo desde diciembre del 2020 contienen solo un componente de la cepa original del virus SARS-CoV-2; por eso se llaman monovalentes. Pero como el virus ha ido mutando, esas vacunas han ido perdiendo parcialmente su capacidad protectora y requieren cambios en su composición que nos defiendan de las nuevas variantes. Esas nuevas vacunas contienen dos componentes de ARN mensajero del virus: el de la cepa original y otro de la variante ómicron que, desde su aparición hace un año, ha engendrado a una numerosa familia extendida de subvariantes y sigue suscitando oleadas de COVID-19. Esta segunda generación de vacunas son las bivalentes. A fines de agosto, las autoridades sanitarias estadounidenses aprobaron su aplicación. En América Latina, Chile es el primer país en empezar a usarla en su población, mientras que al Perú se espera que lleguen en el primer trimestre del 2023.

¿Qué tan eficaces son estas vacunas actualizadas? El martes último se publicó el primer estudio que analiza su rendimiento. A cargo de epidemiólogos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, concluye que ofrecen una protección de entre 40% y 60% frente a la enfermedad sintomática.

Ruth Link-Gelles, una de las autoras del estudio, señaló: “Desafortunadamente, la protección del 90% al 100% fue lo que vimos durante el tiempo predelta. Con delta vimos que bajaba al rango del 70%, y luego para ómicron vimos que bajaba aún más, al rango del 50%. Así que lo que estamos viendo aquí es que la vacuna bivalente realmente te devuelve a ese tipo de eficacia que habríamos visto inmediatamente después de los refuerzos anteriores, lo cual es genial. Eso es lo que queremos que ocurra”. Otros estudios muestran un incremento en la generación de anticuerpos neutralizantes en comparación con la dosis de refuerzo originales.

La cobertura de las dosis de refuerzo está siendo muy baja en el mundo. En el Perú, apenas el 23% de los mayores de 18 años tiene cuarta dosis. Como explicó recientemente el doctor Elmer Huerta a este Diario, “cuando las vacunas contra el COVID-19 salieron hace dos años se creía que iban a ser como la de la polio, varicela o paperas, que te dan una protección de 30 años, pero no fue así. En lo que tenemos que poner énfasis es que no te protegen de la infección, pero sí de la hospitalización y muerte”.

Lo principal es entender que las vacunas, aunque fundamentales, son solo una herramienta para cuidarnos. Ahora que diciembre trae consigo los encuentros de fin de año y las fiestas navideñas, debemos seguir practicando los hábitos de protección conocidos: pruebas, mascarillas bien utilizadas y ventilación de espacios cerrados. Más aún cuando estemos cerca de personas vulnerables, como adultos mayores o enfermos crónicos.

El segundo tema es el COVID-19 persistente, que debe ser abordado como un problema de salud pública porque limita la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo. La Organización Mundial de la Salud la define como la condición que ocurre en individuos con antecedentes de infección por SARS-CoV-2, generalmente tres meses después del inicio, con síntomas que duran al menos dos meses y no pueden explicarse con un diagnóstico alternativo. Los síntomas más comunes son fatiga, dificultad para respirar y disfunción cognitiva, pero el listado supera los 200.

Según la Oficina de Estadísticas Nacionales del Reino Unido, más de dos millones de personas reportan tener síntomas de COVID-19 persistente en dicho país. En otros ya se han formado grupos de trabajo e investigación para abordarlo. ¿Y en el Perú? Pues no se observa política pública alguna enfocada en este tema. No se hace seguimiento a los pacientes luego de la enfermedad y la oferta sanitaria vinculada a rehabilitación o atención de estas condiciones continúa siendo muy limitada. Para ello –como lo venimos sosteniendo reiteradamente en estas páginas– es clave implementar las redes integradas de salud y que los establecimientos cuenten con la historia clínica electrónica.

Sin embargo, es difícil pensar en cambios sustantivos cuando el monto destinado para salud pública en el Presupuesto General del 2023 sigue siendo menor al presupuesto del 2021: S/24.769 millones versus más de S/ 31.000 millones sin contar las compras de vacunas contra el COVID-19. Y más difícil aún cuando la gestión de esos recursos es todo menos eficiente.

Si algo nos mostró la es que no podemos seguir con un sistema de salud como el actual. En esa protesta sí debemos persistir todos, para movilizar a nuestras autoridades y superar la gris agenda que nos ofrecen.

Janice Seinfeld Fundadora y presidenta del Directorio de Videnza Consultores