“Coraje”, decía Ernest Hemingway, “es gracia bajo presión”. Hoy, la presión la generan los desaciertos del presidente Pedro Castillo. Sin embargo, mientras miramos sus contradicciones con la premier Mirtha Vásquez y Vladimir Cerrón, además de la ausencia de resultados, notamos tres factores que limitan a la derecha a hacer una oposición efectiva al Gobierno.
Primero, la oposición no es su prioridad. Los partidos de derecha están pensando en las elecciones regionales, dejando la fiscalización en un segundo plano. Mientras algunos dentro y fuera del Congreso mastican la idea de su inscripción o evalúan candidatos, Castillo y Cerrón –luego de recorrer el país por dos años– utilizan todo el poder del Estado, siguiendo las reglas de juego, para asegurarse una victoria en la contienda regional. Lo que se vislumbra es una repetición de lo ocurrido en las elecciones presidenciales, con los partidos de derecha diluidos en las urnas y Perú Libre en una posición competitiva.
Segundo, la derecha más extrema se ha auto descalificado y la centro-derecha está atomizada y silenciada. El desgaste del fujimorismo, con tres elecciones generales perdidas, cuestionamientos por corrupción, así como la percepción negativa de su gestión política contra el gobierno de PPK y siguientes –junto al Apra– ha logrado posicionarlo como un partido políticamente radioactivo. En la última campaña electoral, este, junto con Renovación Popular, radicalizó su discurso, lo que lo excluyó del debate mediático y del respaldo de gran parte del electorado. La centro-derecha, por su lado, quedó atomizada y sin una propuesta clara. Finalmente, frente al discurso extremo del ala más conservadora, sus voces llamadas “tibias” fueron casi silenciadas.
Tercero, no existe un liderazgo claro dentro o fuera del Congreso que tenga la solidez moral, experiencia política y fuerza mediática para liderar la lucha contra el Gobierno actual. Más allá de algunos políticos como Roberto Chiabra o Carlos Anderson, no han aparecido voces fuertes como las de un Luis Bedoya Reyes o un Fernando Belaunde y la crisis actual no ha propiciado un recambio generacional. A falta de un liderazgo fuerte, es necesario organizar un frente coordinado. Sin embargo, hasta ahora nadie levanta el teléfono.
Esto resulta en un Gobierno de izquierda con una oposición de individualidades, que para todo efecto práctico es débil. Felizmente, el Gobierno se tropieza solo. Cada medio paso para adelante da dos para atrás. Si esto continúa, la volatilidad seguirá hasta octubre del 2022, cuando Perú Libre termine de posicionarse en las elecciones regionales y Cerrón empiece a prepararse para las elecciones generales del 2026. Entonces la contención será más difícil.
Queda una esperanza. Existe la posibilidad de generar una oposición de derecha coordinada contra el Gobierno que, al mismo tiempo, se prepare estratégicamente para luchar cada región contra Perú Libre sin canibalizarse mutuamente. Pero no se hará por Twitter, necesita una organización.
En su libro “Perfiles de Coraje”, John F. Kennedy respondía a Hemingway sobre el significado de esa gracia bajo presión en política: “Un hombre” –sentenciaba el entonces senador– “hace lo que debe, a pesar de las consecuencias personales, a pesar de los obstáculos, los peligros y las presiones, y esa es la base de toda la moral humana”. ¿Alguien se animará a levantar el teléfono?
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