Alonso Villarán

La intolerancia en el Perú es un mal que amenaza no solo con dividirnos, sino también con destruirnos. Amenaza, para comenzar, a los más vulnerables. Pero termina amenazando a todos, pues es contraria a la democracia misma. Urge promover la y esto empieza por entenderla, superando lo que considero son tres puntos ciegos.

Empecemos por definir a las , pues la tolerancia es una de ellas. Siguiendo a Platón y Aristóteles, las virtudes son modos de ser que nos permiten ejercer bien nuestra función, que es usar y seguir a la razón. De esta forma, florecemos como seres humanos, alcanzando nuestra verdadera felicidad.

Las virtudes son de dos tipos: intelectuales y morales. Las morales, como la fortaleza y la moderación, ponen en orden nuestros sentimientos y deseos y se adquieren con la práctica. Se ubican, además, en el medio de dos extremos, uno por exceso y otro por defecto, que constituyen vicios. Así, por ejemplo, la generosidad se ubica entre la tacañería y la prodigalidad.

La tolerancia es una virtud moral, un modo de ser por el cual uno respeta “las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias” (RAE). Siendo una virtud moral, se adquiere con la práctica y se ubica entre dos vicios. Precisamente sobre esto último trata el primer punto ciego.

Primer punto ciego: “Si uno no es tolerante, es intolerante”. Tendemos a dividir a las personas en dos clases: tolerantes e intolerantes. A la tolerancia, sin embargo, no solo se le opone la intolerancia, sino también la permisividad, que es exceso de tolerancia. Y es que hay opiniones y formas de vida que no deben tolerarse: el racismo y el acoso sexual, por mencionar dos ejemplos obvios.

Segundo punto ciego: “La ética se reduce a la tolerancia”. La ética es muchas veces reducida a la tolerancia. Bastaría ser tolerante para ser una buena persona. Pero la tolerancia, como hemos visto, es una virtud entre otras. Debemos ser tolerantes, pero también justos, generosos, apacibles, veraces, etc.

Tercer punto ciego: “Solo los conservadores son intolerantes”. La intolerancia es el vicio al que tienden los conservadores y la permisibilidad aquel al que tienden los progresistas (“¡Prohibido prohibir!”). Pero los progresistas también pueden ser intolerantes. Con el conservador, a veces se escucha, no habría nada de qué aprender, pues viven en el error. Pero, así como el progresista imagina el futuro, el conservador resguarda el pasado –el mismo pasado donde encontramos las enseñanzas de Platón, Aristóteles y otros sabios–.

Quizá mi definición de la tolerancia no dé plenamente en el blanco. Quizá también exagero con alguno o todos los puntos ciegos. Pero estas reflexiones nos dejan más cerca de su comprensión. Y sin una adecuada comprensión, difícilmente podremos trabajar por un país más tolerante, que es lo que queremos. Porque, ¿cómo promover lo que no conocemos?

Alonso Villarán Profesor de Ética de la Universidad del Pacífico