Al 85% de los peruanos le preocupa que las autoridades no protejan el mar peruano y sus recursos, según una reciente encuesta de Ipsos realizada en todas las regiones costeras. La misma encuesta muestra que el 98% de los encuestados (es decir, casi todos) está de acuerdo con la creación de áreas naturales protegidas como mecanismo para conservar la biodiversidad y riqueza de nuestro mar. Por ello, caen bien anuncios como el compromiso de la ministra del Ambiente Albina Ruiz, en la conferencia Our Oceans en Panamá, de crear el Área Natural Protegida Mar Tropical de Grau.
Esta área, ubicada en las regiones de Piura y Tumbes, comprende cuatro espacios: tres costeros (los arrecifes de Punta Sal, Cabo Blanco-El Ñuro y la isla Foca) y uno oceánico (el banco de Máncora). La propuesta del Mar Tropical de Grau abarca menos del 0,1% del mar territorial peruano, pero en ella se ha encontrado casi el 20% de la diversidad marina costera de Perú. De hecho, esta zona fue incluida en la lista de los “76 Hope spots” (“Lugares de esperanza”) del mundo durante el Congreso Mundial de la Naturaleza del 2016 y reúne a los ecosistemas marinos de mayor importancia biológica del planeta.
Las áreas marinas protegidas son una estrategia cada vez más aplicada en el mundo porque, además de incidir en la conservación de la biodiversidad, repercuten directamente en la reducción de la pobreza, la creación de empleo y la seguridad alimentaria. En las zonas bien gestionadas se pueden encontrar entre cuatro y siete veces más peces que en las zonas no protegidas. Un buen ejemplo de ello es la Reserva Nacional de Paracas, donde las zonas más importantes para la pesca artesanal se encuentran dentro del área protegida, con un potencial económico estimado en casi S/700 millones anuales. Las áreas marinas protegidas ya han demostrado ser una de las mejores inversiones, ya que, por cada dólar invertido en crearlas, se genera un beneficio de por lo menos US$3 con factores como el empleo o la pesca.
En el 2016, gremios de pescadores del norte del país y agrupaciones de la sociedad civil recogieron más de 123 mil firmas de ciudadanos que apoyaban la creación de esta área protegida. Estas firmas fueron entregadas al entonces presidente Ollanta Humala, pero no pasó nada. Con el expresidente Pedro Pablo Kuczynski, la ministra del Ambiente de aquel momento declaró que esperaba que esta área protegida se estableciera a mediados del 2019, pero tampoco sucedió.
Ahora, en el 2023, el Sernanp y el Minam han reavivado la esperanza de establecer finalmente la Reserva Nacional Mar Tropical de Grau. Sin embargo, hay un rumor que ha encendido las alarmas de la comunidad pesquera artesanal y la ciudadanía: la posibilidad de permitir la pesca industrial en uno de los cuatro espacios que comprendería esta área reservada. Este espacio es el banco de Máncora, el más alejado de la costa.
La ley es clara. Según el artículo 112, numeral 5, del reglamento de la Ley de Áreas Naturales Protegidas, está prohibida la extracción industrial dentro de las áreas naturales, ya que este tipo de pesca industrial pone en riesgo el objetivo de la reserva. Es lógico, pues los permisos de pesca no son absolutos, tienen límites, porque el mar es un recurso natural de interés nacional, no solo de algunas empresas. Afirmar que porque una empresa tiene un derecho de pesca el Estado debe renunciar a establecer restricciones en alguna zona sería un absurdo. La nueva restricción dentro de las cinco millas es un buen ejemplo de una restricción que puede establecer el Estado si considera que será beneficioso. Incluso la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) establece que las actividades de pesca industrial están prohibidas dentro de las categorías de áreas marinas protegidas.
Ya existe un nefasto precedente, pendiente de corregirse, cuando se creó la Reserva Nacional Dorsal de Nasca, que permitió la pesca industrial con una interpretación legal antojadiza que tarde o temprano caerá. Esto ha generado que esta área reservada sea considerada nacional e internacionalmente como un ‘engaña muchachos’, un área de papel y nada más.
Lo ideal es que se declare el área protegida sin permitir la pesca industrial, como corresponde y como hace toda propuesta seria en el mundo. Pero una segunda salida sería que la Reserva Mar Tropical de Grau solo incluya tres de los cuatro espacios propuestos. Es decir, sacar de la propuesta al banco de Máncora, el espacio más alejado de la costa. Quedarían dentro del área protegida los otros tres espacios: los arrecifes de Punta Sal, Cabo Blanco-El Ñuro y la isla Foca, espacios donde la industria no puede entrar por su cercanía a la costa. Con esto perderíamos una parte de la propuesta original, pero al menos no correríamos el riesgo de desvirtuar la creación de esta área protegida y de ir en contra de las normas peruanas y de todos los criterios internacionales. Tendríamos un área protegida más pequeña, pero real, útil, y sería un legado que celebrar.
Hay gran expectativa de que se establezca esta ANP que conservará tanto diversidad biológica como fuentes de empleo. ¿Qué necesita el Estado Peruano para que ese clamor sea escuchado? Solo voluntad política, como ya lo han demostrado otros países. Esperemos contar con la voluntad y la claridad de nuestras autoridades para saldar esta deuda con todos los peruanos.