El lunes, luego de la sentencia contra Christopher Acosta, ha tomado relevancia el debate entre el derecho al honor y su relación con la libertad de expresión.
La libertad de expresión, como todo derecho fundamental, debe ser ejercida dentro de los límites de la responsabilidad. Pero el asunto va más allá, pues estamos frente a un caso en el que se cuestiona la responsabilidad y rigurosidad del escritor al momento de realizar o asumir una investigación periodística.
Por regla, la investigación periodística debe aportar nuevos elementos o corroborar aquellos que ya han sido ofrecidos y actuar con la debida diligencia en el ejercicio la profesión. No resulta aceptable que la persona sobre la que se escribe no sea contactada directamente, por los medios adecuados, para obtener su versión o, en el extremo, sus descargos. Menos aceptable aún es que lo expuesto carezca de veracidad o se base en supuestos hechos o dichos de terceros.
El problema se agrava cuando la información sin corroborar se repite como cierta, dañando honras del agraviado y de terceros sobre los que se consigna información falsa que compromete su vida pública e íntima, afectando a familias enteras. Es el caso de muchos personajes de esta historia, como el de una mujer a la que se le difama, solo con el ánimo de dañar al supuesto protagonista.
Quien se sienta afectado por una situación así puede acceder a los tribunales en defensa de su honor. Eso ha ocurrido en el caso del libro “Plata como cancha” (2021).
La decisión del lunes ha generado revuelo; sin embargo, hay quien considera que esta decisión judicial pone a prueba qué derecho prevalece sobre otro. Pero ni la libertad de expresión es una excusa para difamar, ni el derecho al honor es un blindaje para impedir investigaciones. Lo relevante es que estas investigaciones se realicen con responsabilidad, sin afectar el honor del personaje central y de las personas de su entorno. La sentencia, entonces, debe servir para diferenciar una manifestación de la libertad de expresión de un típico acto de difamación.
Como todo demócrata, defiendo la libertad de expresión; no obstante, es irresponsable querer ganar notoriedad a costa del honor ajeno. Cuestiono el ánimo de difamar que se oculta bajo la libertad de expresión, derecho que estamos en la obligación de defender. Pero aún más, reprocho al investigador que ni siquiera busca al investigado.
Creo imposible confundir a un periodista con un difamador. El primero tiene todo el derecho a criticar, opinar o investigar. El segundo vende supuestos hechos como verdades, emite opiniones que no son más que injurias y escribe acusaciones que finalmente son difamaciones.
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