Santiago Pedraglio

Existe la idea de que, en , y las otras regiones del país expresan dos puntos de vista radicalmente distintos. Sin duda, hay diferencias, tales como que el sur del Perú suele inclinarse más a menudo por candidatos o posiciones más contestarias –populistas, dirían algunos–, mientras que Lima es más conservadora.

Las razones de las diferencias son múltiples, desde históricas hasta muy actuales: centralización, consiguiente mayor presencia del Estado en la capital del país –aun con lugares que son prácticamente zonas liberadas–, y una presencia más densa de los medios de comunicación, por mencionar solo algunas.

Sin embargo, los resultados de las últimas encuestas de Ipsos y del IEP (octubre II, 2022) permiten constatar que, hoy por hoy, los limeños son los más críticos en sus juicios políticos, no solo de cara al Ejecutivo, sino también frente al Parlamento. Según el IEP, el 85% de los limeños desaprueba la gestión del Congreso, la cifra más elevada entre las regiones del país, incluso un punto mayor que la del sur (84%). En el caso del Ejecutivo, la encuestadora pregunta por la gestión del presidente Pedro Castillo y, nuevamente, el porcentaje más elevado de desaprobación se encuentra en Lima: 76%.

En la encuesta de Ipsos, la opinión crítica proveniente de Lima es similar: un 80% desaprueba la gestión del presidente Pedro Castillo –claramente, la más alta del país– y, en simultáneo, es la región donde el presidente del Congreso, José Williams, tiene también la más alta desaprobación: 63%.

Es decir, si se habla de descontento frente a las principales instituciones del Estado, la capital de la República encabeza el malestar opositor. Esta actitud se vuelve a manifestar cuando el IEP encuentra que en Lima se halla el porcentaje más elevado de quienes piensan que debe haber elecciones generales y elegirse un nuevo mandatario y nuevos congresistas (68%).

El malestar limeño, como el que predomina en mayor o menor medida en las otras regiones del país, necesita ser encauzado en una propuesta de solución a la crisis política actual. La misión de la OEA no va a resolver esta crisis, pero sí puede alentar que los sectores políticos y sociales manifiesten no solo su opinión acerca de la situación actual, sino sobre todo cómo piensan que se puede resolver. ¿Qué salidas plantean?

Es la hora de los políticos, pero podría serlo, asimismo –y más–, de las organizaciones y gremios ciudadanos. Por más que los actores del Parlamento y del Ejecutivo deban tomar las decisiones, la opinión pública nacional existe y representa un poder valioso. Si las organizaciones sociales adoptan un acuerdo consensuado, la propuesta será aplaudida, y los políticos tendrían que reconocer la urgencia.

Santiago Pedraglio es sociólogo