No hay lonche gratis. Si bien el martillazo salvará 90.000 vidas en cinco meses, el COVID-19 también está llevando a UCI la situación socioeconómica de las familias.
El 2020 comenzó con perspectivas positivas de crecimiento; sin embargo, la llegada del COVID-19 y la implementación de la cuarentena han bajado dramáticamente dichas expectativas. Se esperaba una tasa de crecimiento, en promedio, del 3%. En marzo, se estima una caída del 30%, mientras que para el primer trimestre se espera una reducción de entre 8 y 9%. En abril, se calcula una caída de entre 40 y 60%, mientras que para el segundo trimestre se espera una reducción del 40%. En el año, se estima una caída de entre 12 y 20%.
Sin duda, esto tiene un impacto negativo en las familias, sobre todo en los trabajadores independientes y en los informales. Lamentablemente, en el Perú, el tamaño de la economía informal alcanza a casi el 75% de la población; es decir, a 3 de cada 4 hogares. En una encuesta hecha por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se encontró que el 45% de los encuestados afirma que uno de los miembros de su hogar ha perdido el empleo y, entre los hogares que tienen pequeñas empresas, el 57% reporta sobre el cierre de estas. El Perú está entre los países a los que peor les ha ido en la encuesta: 66% de pérdida de empleo y 70% de cierre de pequeñas empresas. Se estima que ha habido una pérdida de 600.000 puestos de trabajo formales. Esto genera una caída estrepitosa de los ingresos de las personas, y son los que ganaban menos antes de la pandemia los más perjudicados, aumentando por lo tanto la pobreza y la desigualdad (se estimaría que, en el mejor de los casos, la pobreza en el 2020 alcance el 25%). Esto implicaría un adelgazamiento de la clase media peruana. De acuerdo con Seminario, Palomino y Pastor (2020), con las medidas hasta el día de hoy, el costo económico en el 2020 ascendería a casi S/145.000 millones y, teniendo en cuenta el multiplicador del gasto público –es decir, en cuántos soles del PBI se convierte un sol gastado por el Estado– se requerirían entre S/145.000 millones y S/206.000 millones para cerrar dicha brecha.
Felizmente, el Ejecutivo está tomando medidas necesarias, audaces y potencialmente efectivas para mitigar este impacto, empezando por la entrega de los bonos a familias pobres y vulnerables y, ahora en mayo, extendiendo la entrega de los bonos de tal forma que se llegue a aproximadamente el 75% de los hogares. Asimismo, las medidas para retirar fondos de AFP y de CTS, la entrega de canastas de alimentos y la suspensión del cobro de algunos servicios (agua, luz, entre otros) también estarían contribuyendo a aliviar la caída de los ingresos de los hogares. Para las firmas, la implementación del plan Reactiva Perú y FAE-Mype, los subsidios a la planilla y la suspensión de los aportes de la CTS ayudarían a mantener la cadena de pagos. Se estima que los recursos públicos destinados a estas medidas ascienden al 12% del PBI (entre gasto público y garantías); esto es, casi S/26.000 millones. Todo parece indicar que este monto se incrementará. Finalmente, la reactivación económica apunta a rebotar nuestra economía lo antes posible. Es evidente que la minería es la que debe empezar a retomar rápidamente sus actividades, siempre bajo el cumplimiento de los protocolos sanitarios definidos. De igual forma, es importante que empiece a operar toda la cadena de valor (proveedores y suministros) para todas las actividades que se están pensando abrir. La estrecha coordinación con el sector privado es clave a fin de tener protocolos de bioseguridad basados en la evidencia que protejan y que no impliquen costos excesivos que puedan fomentar la informalidad.
No obstante, hay otros costos sociales y económicos que no se están midiendo y que trascienden al 2020. En esta crisis, los más perjudicados son las mujeres y los niños y adolescentes. Hay evidencia que muestra que la cuarentena deteriora la salud mental, en especial de las mujeres. Asimismo, se aprecia una distribución desigual de las tareas dentro del hogar, y las mujeres son las que están destinando más horas de trabajo en la casa. Finalmente, también se estima un aumento de la violencia doméstica y, probablemente, del embarazo adolescente. En cuanto a los niños, la pérdida de ingresos dentro del hogar generará una menor inversión en el desarrollo de sus habilidades y, por consiguiente, una menor capacidad de aprendizaje y desempeño laboral, así como un deterioro en la salud por falta de alimentación y descuido en otras aristas de salud pública como la vacunación. Por último, la transición demográfica a las regiones y, potencialmente a las zonas rurales, implicará un reto tanto para el Gobierno Central como para los gobiernos subnacionales, a fin de proveer servicios públicos.
Es una oportunidad: el COVID-19 puede tener un impacto positivo en el Perú. Este es un buen momento para reconstruir las bases sociales y económicas que sostienen a nuestro país. Debemos retomar la senda de crecimiento que empezamos en los 90 y que vivimos en los 2000, años en los que debimos preocuparnos por construir esa institucionalidad que nos permitiese generar, implementar y seguir reformas con visión de largo plazo e independientemente de personas y personalidades, pero no lo hicimos. Este es un buen momento para retomar las tan ansiadas reformas en materia tributaria y laboral, formalización y sistema de protección social integral, inclusión financiera, salud, educación, tecnología y el desarrollo de la agricultura. Para esto es muy necesario una estrecha y fuerte colaboración entre el sector público y el sector privado. No olvidemos tres puntos importantes. Primero, el cambio cultural en el que el reparto de las tareas no remuneradas se haga de una manera más equitativa y la valoración del rol de la mujer. Segundo, mantener la calma, la empatía y la solidaridad con las personas que nos rodean. Todos estamos pasando por un mal momento, unos peor que otros. Es tiempo de apoyarnos, sostenernos y entendernos. Tercero, la corrupción y falta de honestidad deben ser desterradas del Estado, de las empresas y de nuestros hogares.
El COVID-19 tendrá impactos negativos, pero también tendrá impactos positivos en tanto logre que pongamos nuestra mirada en el Perú que queremos y nos dediquemos a trabajar para alcanzarlo.
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