"Un día, la UE puede estar dispuesta a desafiar la posición de esta ciudad como centro financiero mundial, pero ese momento aún está lejos". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"Un día, la UE puede estar dispuesta a desafiar la posición de esta ciudad como centro financiero mundial, pero ese momento aún está lejos". (Ilustración: Víctor Aguilar)
Paul Keller

Con Gran Bretaña y la Unión Europea (UE) aún enzarzados en interminables conversaciones sobre el ‘brexit’, queda una gran pregunta: ¿qué pasará con Londres, principal proveedor de servicios financieros de Europa? ¿Seguirá Europa permitiendo a las empresas del Reino Unido el acceso sin restricciones a sus mercados o establecerá barreras que les obliguen a trasladar sus operaciones a Europa continental? El problema ha provocado ansiedad en el distrito financiero de la capital mientras los bancos se preparan para lo peor.

La Comisión Europea advirtió recientemente a las instituciones financieras en Londres que el final del período de transición del ‘brexit’ representaría “un evento inevitablemente fragmentador”. Pero podrían estar siendo muy suaves. Las empresas financieras ya han trasladado un estimado de US$ 1,3 billones en activos a Europa continental mientras que nombres importantes como JP Morgan, Goldman Sachs, ING y Paribas han trasladado a personal clave fuera de Londres.

La cuestión se reduce a esto: ¿Cuánto acceso tendrá Londres al negocio financiero de la UE a partir del próximo año, y en qué medida cualquier límite a este acceso dañará el estatus de Londres como líder financiero? Mucho depende de si Bruselas considera que las reglas financieras del Reino Unido son ‘equivalentes’ (alineadas con las de la UE), una condición que, hasta ahora, les ha otorgado a las firmas financieras británicas derechos de para vender libremente fondos, deuda, asesoramiento o seguros a clientes de toda Europa. Gran Bretaña dice que las cosas deberían continuar como antes, pero Bruselas no parece compartir esta opinión.

Mientras se lucha por finalizar los términos de la salida de Gran Bretaña de Europa, las conversaciones sobre la “equivalencia” de la regulación y el acceso mutuo a los mercados financieros deberían ser independientes. Sin embargo, Bruselas ha utilizado las negociaciones sobre el acceso de Londres a los mercados financieros de la UE como palanca en sus negociaciones más amplias y también como un camino para liberar a la UE de la enorme red de influencia de Londres.

Es comprensible que a Bruselas le preocupe que una gran cantidad de instrumentos financieros denominados en euros se negocien y compensen en Londres, así como casi la mitad de todas las transacciones en euros. Pero aquí está la cuestión: si Bruselas quiere establecer su propio mercado autónomo, en primer lugar debe comprender qué atrajo a los clientes a Londres, como los muy preciados fondos de cobertura globales.

Desde que Margaret Thatcher desreguló el mercado de valores del Reino Unido en 1986, el sector financiero ha experimentado un crecimiento exponencial, solo rivalizado por Nueva York. Londres gestiona transacciones financieras de todo el mundo, no solo de Europa. De hecho, los negocios denominados en euros con clientes de la UE son una pequeña fracción de lo que ocurre en la ciudad. Es una “ventanilla única” para una amplia gama de servicios, que ofrece costos comerciales más bajos, una gran cantidad de experiencia financiera, regulación transparente, buena gobernanza y acuerdos adaptados a las necesidades de los clientes. Añádase a eso las transacciones en inglés y los beneficios son obvios.

Entonces, ¿hasta qué punto esto está en peligro? ¿Podría el ‘brexit’ permitir a Bruselas cumplir su plan para desafiar el dominio de Londres como centro financiero? Al menos a corto plazo, la respuesta probablemente sea no. París, Fráncfort, Ámsterdam y Luxemburgo, que compiten por ser el próximo Londres, siguen fragmentados, pero más desconectados entre sí de lo que estaban hace 10 años. Es probable que cualquier cambio fuera de Londres sea gradual, y dependerá de que Europa sea capaz de crear una verdadera unión económica con bancos perfectamente integrados y bien supervisados y mercados de capitales fluidos. Obligar a que esto suceda bloqueando el acceso de Londres a la UE podría retrasar ese proceso.

Por tanto, es de interés de todos que los negociadores trabajen para mantener las conexiones exitosas del bloque con Londres. Para que esto suceda, el Reino Unido necesita una garantía a mediano plazo de que las empresas financieras puedan ofrecer libremente sus servicios en toda Europa, a cambio de garantizar que las regulaciones del Reino Unido se mantengan ‘equivalentes’ a las propias normas de la UE. La verdad es que, mucho después del ‘brexit’, Europa seguirá necesitando Londres. Un día, la UE puede estar dispuesta a desafiar la posición de esta ciudad como centro financiero mundial, pero ese momento aún está lejos.

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