¿Qué lecciones podemos considerar de cara a las elecciones de octubre? Con cada proceso electoral se hace cada vez más claro que el votante peruano se ha concentrado en priorizar el interés personal por sobre los intereses colectivos, el resultado inmediato por sobre las agendas de largo plazo y el pensamiento centralista por sobre la visión país. En esta coyuntura, además, hay mucho ruido que no suma a aclarar el horizonte o mostrarnos una ruta sobre cómo alejarnos de esta tendencia.
En menos de dos meses nos acercaremos nuevamente a las urnas para elegir a nuestros alcaldes y regidores, además de nuestras autoridades regionales. Cualquiera sea el sentido que demos a nuestra opción política, no perdamos de vista que nunca es solo nuestro interés personal el que está en juego, y que, si seguimos mirándonos el ombligo, únicamente seguiremos eligiendo el tipo de autoridades como las que tenemos al momento: aquellos que “no nos representan” aunque hayan sido elegidos por nosotros.
Quizás, valdría la pena hacer el ejercicio ciudadano colectivo de volver a mirar críticamente algunas de las etapas e hitos históricos más importantes en estos 200 años de república independiente. En efecto, aprender de nuestro pasado puede darnos algunas claves para comprender cómo es que llegamos a nuestro escenario actual y cuáles son algunas de las taras a evitar para poder llegar a concretar aquello que podemos llegar a ser. El examen necesario de hacernos las siguientes preguntas: ¿Qué país es este? ¿Quiénes lo conformamos? ¿Quiénes contaban y quiénes cuentan? ¿Estamos avanzando juntos? ¿Debemos hacerlo? ¿Tenemos las herramientas para hacerlo?
Estas interrogantes son parte de la línea narrativa del último volumen editado por Alberto Vergara y Paulo Drinot, “La condena de la libertad: De Túpac Amaru II al bicentenario peruano en seis ensayos y un colofón”. Expandiendo las narrativas sobre lo que entendemos por nuestra nación y su historia, y complejizando lo periférico para terminar de entender lo central, este texto nos brinda una oportunidad para repensar nuestra relación con las instituciones, la gobernanza representativa, el ejercicio diferenciado de ciudadanía y derechos, y nuestro envolvimiento en el quehacer del país.
Informémonos, conozcamos planes de gobierno, cuestionemos motivaciones y ejerzamos nuestra ciudadanía de manera activa. Ese es el trabajo de los representados.