La desesperación es una mala consejera. Solo ello puede explicar las recientes propuestas del ministro del Interior, Daniel Urresti, para combatir la criminalidad, como las de prohibir el uso de lunas polarizadas en los vehículos o las licencias para portar legalmente armas en Trujillo.
El argumento del ministro, según el cual las lunas polarizadas favorecen a los asaltantes y que por ello hay que prohibirlas, es un sofisma. No todos los asaltos se producen con vehículos polarizados, ni todos los que tienen vehículos con lunas polarizadas son asaltantes. Y en este último extremo el ministro nos da la razón, pues, además, pretende permitir su uso en los vehículos oficiales para proteger a los funcionarios. ¿Entonces? ¿Y los ciudadanos?
De aprobarse esta idea, aquellos que compraron sus vehículos con lunas polarizadas de fábrica no podrán usarlos. Del mismo modo, quienes hicieron el engorroso trámite para obtener el permiso ya no tendrán el derecho a la seguridad de la que, por ejemplo, sí dispone el BMW que usa Urresti. Asimismo, quienes deseen prevenir enfermedades por exposición a rayos solares o protegerse de los mismos ya no podrán hacerlo. Todo esto solo porque los vehículos con lunas polarizadas son los favoritos –según el ministro– de los asaltantes.
Con igual desesperación frente a la inseguridad que se le escapa de las manos, Urresti ha prometido eliminar las licencias para portar armas legalmente en Trujillo. ¿Cree realmente el ministro que los criminales se acercan a las ventanillas de la Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil (Sucamec) y presentan certificados de antecedentes penales, policiales y judiciales; dan examen psicológico, entregan la factura de la compra de su pistola, dicen dónde viven, obtienen su licencia y de ahí salen a las calles a asaltar? ¿Realmente quiere que lo tomemos en serio? ¡Pero si los criminales no usan el sistema formal para adquirir sus armas! ¿Es que no lo sabe?
Cuando la desesperación cunde, lo impulsivo es eliminar al mensajero: adiós permisos y licencias para la defensa personal. No hay presunción de inocencia para los ciudadanos. Solo la solicita el ministro.
Señor Urresti: el verdadero problema de la inseguridad no está en las herramientas o en los medios que emplean los delincuentes, pues ese criterio lo llevará al absurdo de prohibir las motos para evitar el sicariato, a prohibir las combis para combatir el acoso sexual o a prohibir los cuchillos de cocina para prevenir asaltos. El problema está en la corrupción de los sistemas para obtener las licencias y permisos para armas y lunas polarizadas. El problema está en el mercado negro y en la informalidad a la que, por cierto, han sido empujados los usuarios de 190.216 armas de fuego que sí contaban con licencia y prescindieron de la renovación debido a las absurdas normas que ha dado este gobierno.
La solución no es sencilla, pero no es a través de medidas efectistas como se logrará enfrentar el crimen. El remedio se encuentra en la inteligencia informática, en la conectividad y en el acceso a la información por parte de los operadores de justicia; en el patrullaje cotidiano a base de información georreferenciada, en la capacitación y mejora de las condiciones de las fuerzas del orden; y, sobre todo, en la lucha frontal contra la corrupción.