El presunto autor de la masacre del pasado fin de semana en un centro comercial de Allen, Texas –que se saldó con ocho muertos y al menos siete heridos–, llevaba un chaleco con las letras RWDS, abreviatura de “Right Wing Death Squad” (“Escuadrón de la Muerte de la Derecha”), y tenía tatuadas una esvástica y la insignia de un rayo de las SS.
También era latino, un hecho que ha desconcertado a algunas personas.
Sin embargo, la participación latina en proyectos políticos extremistas tiene una larga historia en Estados Unidos, que se remonta a la John Birch Society. Y con el auge de la organización digital en los últimos años, la participación latina en movimientos de extrema derecha en Estados Unidos está, de hecho, creciendo. Debemos entender al presunto autor de los disparos en Allen dentro de este contexto o, de lo contrario, corremos el riesgo de verlo como un lobo solitario en lugar de como un miembro de un movimiento creciente y peligroso que requerirá una atención focalizada para derrotarlo.
Un ejemplo notable de participación latina en políticas racistas de extrema derecha puede encontrarse a principios de la década de 1950, también en Dallas. Pete García trabajaba con la Liga de Ajuste del Sur de Dallas (SDAL) para impedir que los texanos negros se trasladaran a la comunidad. García, un maquinista de 26 años, colocó carteles de “Solo para blancos” en los patios de los barrios blancos. Junto con otros miembros de la SDAL, amenazó a un hombre blanco que intentaba vender una casa en un barrio blanco a una familia negra, y fue acusado de bombardear la vivienda de otra familia negra que se había atrevido a comprar una casa en un barrio blanco.
Elzina Shelton, una de las residentes de la casa que fue bombardeada, recordaba: “El olor era horrible. Sabíamos que era dinamita”. García fue finalmente absuelto.
Mi propia investigación sobre la participación latina en la extrema derecha comenzó después de que George Zimmerman matara a Trayvon Martin en el 2012. En los días posteriores al asesinato de Martin, los medios de comunicación informaron que el padre de Zimmerman defendió a su hijo de las acusaciones de racismo señalando que era de una “minoría hispanohablante”. Incluso después de la revelación de su ascendencia hispana, Zimmerman se convirtió rápidamente en un favorito de la extrema derecha, encontrando defensores en personas como David Duke, el antiguo líder del Ku Klux Klan, hasta el locutor de radio Rush Limbaugh.
Hubo ecos de la defensa de Zimmerman por parte de Alex Michael Ramos, acusado de golpear a un contramanifestante negro en la manifestación ‘Unite the Right’ del 2017 en Charlottesville. Alex Ramos se defendió de las acusaciones de racismo diciendo, a través de una boca llena de improperios, que era “hispano”.
Los defensores de Ramos y Zimmerman quieren hacernos creer que la identidad hispana les exime de las acusaciones de racismo. Pero como demuestra el trabajo de la jurista Tanya Katerí Hernández, existe una larga –y a menudo violenta– historia de racismo contra los negros dentro de la comunidad latina. Si Ramos y García son extremistas, sus creencias están conectadas con ideas comunes en gran parte de la comunidad latina.
En los últimos 10 a 15 años, la historia de la alineación política latina se ha centrado en gran medida en la consolidación de los jóvenes votantes latinos en la izquierda. Los votantes latinos contribuyeron a las victorias del Partido Demócrata en estados claves como Nevada y Arizona. Pero la desinformación rampante a través de plataformas como WhatsApp y el racismo arraigado en la comunidad latina están llevando a su gente a la extrema derecha. Los agentes de la supremacía blanca pueden tener más de un matiz, creando una coalición cada vez más multirracial.
Es importante comprender a esta pequeña pero creciente minoría de latinos comprometidos con la extrema derecha y la supremacía blanca. Si nuestras visiones de la violencia supremacista blanca y de extrema derecha solo incluyen a actores blancos, entonces estamos cojeando en nuestra capacidad de entender y limitar la propagación de estas ideologías mortales.
–Glosado, editado y traducido–
©The New York Times