El Premio Nobel Paul Krugman decía que “la productividad no lo es todo, pero en el largo plazo es casi todo”. El Plan Nacional de Diversificación Productiva (PNDP), recientemente lanzado por el presidente Ollanta Humala, busca elevar sustancialmente nuestra productividad como país, para no desperdiciar la oportunidad que hoy tenemos de lograr el desarrollo económico.
Con un crecimiento anual del 7%, alcanzaríamos un PBI per cápita de 30 mil dólares al año 2030. Para ello, debemos añadir a la economía nuevos motores a los ya existentes. La minería, generadora de recursos fiscales, de tecnologías transferibles, y ancla de demanda doméstica, deberá continuar siendo un sector clave.
El PNDP busca también una visión compartida sobre el país que queremos. ¿Por qué necesitamos un plan para todo esto? Por dos razones. Primera, tras casi 25 años de crecimiento, conocemos las grandes bondades del modelo económico. Pero también conocemos la gran agenda pendiente en educación, salud, seguridad e institucionalidad, así como en la necesidad de sofisticar nuestra canasta exportadora, generar empleo de calidad y elevar nuestra productividad, entre otros.
Segunda, las fallas de mercado. En ocasiones la mano invisible del mercado no produce resultados eficientes. Un ejemplo es la necesidad de coordinación en el Proyecto Olmos, que creará 35 mil hectáreas agrícolas en los próximos años. Para que estas áreas sean lo más productivas posibles, es necesaria la participación de diversos ministerios, de gobiernos regionales y locales y del sector privado. Sin ello, es probable que se termine sembrando productos sin mayor demanda mundial, como ocurrió en Majes 1, precisamente por la falta de esta coordinación.
El rol del Estado en este caso es evidente. La pregunta entonces –como mencionó Miguel Palomino del Instituto Peruano de Economía (IPE)– es si el Estado está preparado para ello. Es decir, ¿podría generar el Estado fallas mayores que las que intenta solucionar? Para evitarlo, el PNDP propone una disciplina: intervenir solo cuando hay una falla de mercado y cuando el instrumento de política que la corrige genera beneficios mayores a sus costos.
El Ministerio de la Producción no va a “adivinar” sectores ganadores. Realizará un gran esfuerzo de coordinación para solucionar fallas de mercado y de Estado. Habrá una estrategia de priorización, con tres componentes. Primero, como en otras experiencias, se hará un estudio internacional sobre los sectores con mayor potencial de crecimiento, según la demanda mundial y nuestras propias capacidades en estos sectores. Segundo, se harán estudios que detectarán las barreras al crecimiento regional y sus potenciales productivos. Tercero, se examinarán actividades afines a los actuales motores del crecimiento para determinar si es posible solucionar las fallas de mercado que impiden su desarrollo. En todos los casos, la información vendrá del sector privado, de abajo hacia arriba.
Como la lista de sectores con potencial podría ser larga y las capacidades del sector público limitadas, se diseñará un concurso para seleccionar inicialmente entre tres y cinco sectores prioritarios. Al igual que en Colombia, estos sectores contarían con un gerente que ayudará a resolver los problemas de coordinación, un plan de negocios cofinanciado y atención especial para remover fallas del Estado. En ningún caso se considerarán políticas que fracasaron en el pasado. Los nuevos motores serán potencialmente exportadores, lo que naturalmente generará una disciplina de mercado.
Ningún sector será desatendido. Para ello, se removerán las fallas que genera el propio Estado con regulaciones y trámites inadecuados al sector privado. El Ministerio de la Producción asumirá un rol permanente en esta tarea. Se implementarán modernas políticas transversales de innovación, ciencia y tecnología, transferencia tecnológica y desarrollo de clústers, consistentes con las mejores prácticas internacionales.
Nuestro reto es ineludible. No existe país que haya alcanzado el desarrollo sin un Estado moderno, capaz de generar políticas más sofisticadas. Pretender que este se aparte en vez de apoyar el esfuerzo de los emprendedores peruanos solo llevaría, una vez más, a desperdiciar una gran oportunidad para alcanzar el desarrollo. Si bien el temor de algunos es comprensible, el mayor riesgo es, en realidad, no hacer nada.