La enfermedad
Hoy, el Perú y el mundo están en medio de una pandemia agudizada en nuestro país por las endémicas carencias de la salud pública y la desinformación, que también se transmite como un virus invisible.
Estamos viendo cómo miles de peruanos abarrotan los accesos de hospitales desesperados por recobrar su salud, con la esperanza de sobrevivir al coronavirus. Las cifras oficiales ya registran más de 5.100 muertos por, entre otras cosas, falta de oxígeno, camas y medicinas. Los cálculos independientes son mucho más catastróficos, como el que hizo el Financial Times, que reporta un aumento de decesos del 81% frente a una situación sin pandemia. Según El Comercio, serían 9.213 fallecidos más en relación con el 2019.
Este virus silencioso y mortal nos tomó a todos por sorpresa, ello generó un crecimiento improvisto de la demanda de Paracetamol, Azitromicina, Ivermectina y otros medicamentos que se están usando para controlar este mal.
En Ministerio de Salud (Minsa), Essalud y la Sanidad de la Policía y Fuerzas Armadas no tienen medicamentos en cantidad suficiente. Los médicos de hospitales públicos recetan lo que sus farmacias no pueden dispensar.
En consecuencia, los pacientes tienen que buscar sus medicinas en farmacias privadas. La demanda se ha sextuplicado en algunos productos, lo que ha hecho que se agoten los de menor costo –comúnmente llamados genéricos– quedando solo los más caros para la venta: los de marca.
Los laboratorios y farmacias no han subido los precios. “Ayer compraste un genérico barato, hoy compras uno de marca a su precio normal porque es lo único que hay”. Esto genera una errónea percepción de que se han incrementado los precios.
Esta pandemia ha generado, a nivel mundial, un desabastecimiento temporal de insumos. Los laboratorios están haciendo un gran esfuerzo para abastecerse de materia prima y elaborar productos para la COVID-19. En el Perú no producimos estos insumos y tenemos que salir a comprarlos a afuera, en un mercado al alza por el incremento exponencial de la demanda.
Siempre ha habido delincuentes en la venta de medicinas; productos robados, vencidos y/o falsificados son vendidos todos los días y la autoridad lo sabe. Hay mercados informales muy conocidos de estos productos. El Hueco y Mesa Redonda, en el centro de Lima, son los más emblemáticos de esta peligrosa informalidad convertida en ilegalidad.
El 30% de nuestra economía es formal y el 70% informal. Se han establecido medidas de restricción que solo cumplen las empresas y trabajadores formales que generan el 100% del ingreso fiscal.
Los informales (económica y socialmente) hacen lo que les da la gana; por necesidad o por costumbre. Este grupo, que tampoco está cumpliendo las reglas de la cuarentena y aislamiento social obligatorio, probablemente es el que está diseminando más el virus.
Vemos cómo se hostiga a farmacias formales, exigiendo permisos que las municipalidades no pueden dar, porque sus oficinas están cerradas y sus trabajadores en cuarentena. Se cierran locales de empresas formales con excusas absurdas; sin embargo, a poca distancia, la informalidad opera con libertad.
Es una pena que se use el tema de salud para lograr réditos políticos. Se ataca a las empresas y a los empresarios formales, acusándolos del encarecimiento y de la escasez de medicamentos, por algo que es estricta responsabilidad del sector público: abastecer adecuadamente a los hospitales públicos, fiscalizar a los informales y reprimir a los delincuentes de las medicinas.
El remedio
Se necesita que la Digemid acelere sus procesos de aprobación de Registros Sanitarios.
Deben aprobarse automáticamente las autorizaciones y la Buena Práctica de Manufactura (BPM) de nuevas áreas de fabricación de plantas que ya cuenten con auditorías previas.
A todo ‘medicamento COVID-19’ debe dársele la autorización excepcional para su producción o importación, como lo establece el DS 016-2011-SA, automáticamente.
El Minsa, Essalud y la Sanidad de la PNP y de las FFAA deben convocar compras de emergencia de las medicinas, insumos y EPP.
El Minsa y Essalud deben entregar los ‘medicamentos COVID-19’, a través de las farmacias privadas o programas a domicilio tipo PADOMI, para evitar la congestión de hospitales y contagios.
Se debe ampliar la lista de medicamentos que pueden venderse en supermercados, tiendas de conveniencia y otros 'retails’ formales. Y flexibilizar la operación de las farmacias formales (cerrar locales solo generará aglomeración en los que queden abiertos).
Finalmente, se deben evitar los controles de precios, los que, en experiencias previas, solo han fomentado más escasez, acaparamiento, mercado negro y corrupción.