Continuamente estamos relacionando los orígenes de las epidemias a nuestra relación con la naturaleza, a nocivos hábitos de comer animales silvestres, e inclusive a nuestra peligrosa práctica científica de manipular genes, de donde algunos creen que “escapan” los virus malignos. Y es que realmente nos estamos portando mal y jugando con fuego. Sumado a ello, hemos mostrado una escasa capacidad de enfrentar a estos cuando se convierten en pandemias.
Ahora bien, todo eso puede ser cierto, pero a la vez dejamos de lado otros elementos causales, quizá más de fondo. Somos demasiados en el mundo, altamente concentrados en ciudades, y relacionado a ello, nos hemos acostumbrado a una desenfrenada sed de consumo “facilista”. Todo esto nos ha llevado a crear escenarios para la aparición de epidemias (degradación ambiental, cambio climático, pobreza extrema). ¿No será mas bien esos los temas en los que debemos “resetear” a la sociedad, a nuestra propia comunidad y a nosotros mismos?
Ya somos muchos y seguiremos siendo muchos. Reflexiono que cuando nací, hace algo de 60 años, éramos menos de 3.000 millones de personas en el planeta. Hoy somos 7.800 millones. Pensando en el Perú, entonces éramos alrededor de 9 millones de peruanos. Hoy somos 32 millones. La densidad poblacional era menor de 8 personas por km2. Hoy es de 25. Al final de los 50, el 70% de los peruanos era una población rural. Se puede afirmar que hoy es mayormente urbana, con solo cerca del 20% viviendo fuera de ciudades, fuertemente concentrados en algunos puntos y regiones. Globalmente, la buena noticia es que la tasa de crecimiento poblacional en el mundo –y también en el Perú– se ha reducido a menos de la mitad de lo que fue cuando nací (hoy es alrededor del 1%). Obviamente, no podemos retroceder a ser menos gente, pero sí podemos seguir bajando esa tasa, y también distribuirnos mejor. No hay otra forma, a menos que se lo dejemos a una pandemia equivalente a la de la gripe española, que hace un siglo mató entre 20 y 100 millones de personas, más del 98% de ellas en áreas urbanas.
Independiente de la línea política o el modelo económico, desde Cuba, China, Estados Unidos hasta el Perú, somos presa del consumismo. ¿Debemos renovar todo lo que tenemos porque apareció algo que “nos gusta” más? ¿Necesitamos comer tanta carne? En este mundo de la “abundancia artificial”, donde no sabemos de dónde vienen las cosas, o de lo que se requiere para elaborarlas, no nos damos cuenta del impacto real que ello tiene en nuestras vidas, …y en la del planeta. Hoy el 60% de la biomasa animal del mundo es de animales criados principalmente para abastecernos de carne. Este “hiperconsumo” aumenta la producción de materiales no degradables que mata tortugas en el océano, y que nos llena de 5 a 7 gramos de plástico en nuestros cuerpos por semana (es decir, los comemos). Curiosamente, el equivalente a una tarjeta de crédito.
Está en las generaciones jóvenes la posibilidad de cambiar de rumbo. Echarnos la culpa a los viejos, al estilo Greta, o apoyarse en paliativos semi-verdes (veganismo, energías verdes, reciclaje, etc.) no está funcionando. Al asegurar las condiciones básicas de buen vivir, el ser ingeniero o abogado no debería significar una mejor calidad de vida que la de una persona que trabaja con las manos en el campo. Que pueda ser tan agradable disfrutar de un mar saludable o de la diversidad de bichos en el Manu, como pasar las vacaciones en París o Disneylandia.
Por ahí va la cosa. Estos días de cuarentena y pandemia nos están forzando a ver que necesitamos cambiar de paradigma. ¿Será suficiente esta experiencia por la que atraviesa el mundo como para cambiar? Que los jóvenes se enteren que la mayor mortalidad en la gripe española no fueron los viejos, sino la población entre los 20 y 40 años. Este “respiro” momentáneo, con un río Rímac transparente y donde prevalece el canto de las cuculíes, nos da ilusiones optimistas. Pero si optamos por la economía sobre la vida, continuaremos creando el escenario para la siguiente pandemia. Alguien escribió que “la economía del mundo se está derrumbando porque estamos consumiendo solo lo que necesitamos”. Menos es el nuevo mejor.
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