La Iglesia de Inglaterra, en su sínodo desarrollado en York, el pasado lunes 14 decidió permitir la ordenación de mujeres al episcopado.
Sin embargo, la Iglesia de Inglaterra no es la totalidad de la Comunión Anglicana, sino una de sus 38 provincias autónomas y la decisión tomada afecta solo a la región de Inglaterra, no a ninguna otra.
Por medio de esta decisión, la Iglesia inglesa se unirá a otras 18 provincias que ya permiten la ordenación de mujeres, aunque en realidad solo siete de ellas tienen obispas.
Otras 20 provincias no permiten la ordenación de mujeres, incluida la provincia de Sudamérica, de la cual forma parte el Perú, con Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay.
Sin embargo, la Iglesia inglesa ve la ordenación de mujeres como una parte importante de su identificación con la cultura y la generación que está llamada a interpretar y vivir el Evangelio. Esa es su misión.
La sociedad inglesa acepta la igualdad de las mujeres como un asunto de justicia, reconociendo sus habilidades y capacidades como una parte esencial de la vida y muchos han respondido a la cuestión de la ordenación de mujeres desde dicha perspectiva.
El gobierno de la Iglesia Anglicana le da un lugar de importancia a la voz de los laicos, así como también a la de los presbíteros y diáconos. No se trata tan solo de los obispos. Sus sínodos incluyen a los obispos, el clero y los laicos, en su búsqueda por discernir la voluntad de Dios. No se trata tan solo de una Iglesia que recibe directivas de la cabeza, sino que escucha la voz de sus miembros.
La búsqueda de la voluntad divina es un asunto complejo y está abierto a errores por parte de simples seres humanos. La Iglesia de Inglaterra no pretende ser infalible y reconoce que puede estar en un error. Por muchos años se le ha dado muchas vueltas al asunto de la ordenación de mujeres como obispas y en Inglaterra todavía existe una minoría considerable que no está de acuerdo con la decisión.
Muchos de los que se oponen a esta decisión creen que una provincia de la Iglesia mundial no puede ni debe tomar una decisión que afecte los aspectos principales de la identidad de la misma. Por casi dos mil años, solo los hombres han sido ordenados. Si nuestro Señor hubiese querido mujeres apóstoles, las habría elegido.
En cambio, muchos de los que apoyan la decisión creen que esta es profética y que jamás había sido la intención de parte de nuestro Señor no incluir a las mujeres y que delante de él todos somos iguales.
En mi opinión, una decisión de esta trascendencia solo debe tomarla la Iglesia en un concilio ecuménico pleno, en el que estén presentes representantes de todas las Iglesias. Luego de haber escuchado las opiniones de todos, y solo entonces, se puede tomar una decisión de tamaña naturaleza.
Pero sucede que la Iglesia Cristiana está dividida y a muchos no se les invita a los llamados concilios ecuménicos y, en consecuencia, el cuerpo de Cristo sufre en su búsqueda de la voluntad de Dios y el camino a la obediencia.