"Después de todo, no se trata solo de Bielorrusia. El régimen de Lukashenko se ha convertido en un problema de seguridad para toda Europa" (Foto: Dmitry Astakhov / POOL / AFP).
"Después de todo, no se trata solo de Bielorrusia. El régimen de Lukashenko se ha convertido en un problema de seguridad para toda Europa" (Foto: Dmitry Astakhov / POOL / AFP).
/ DMITRY ASTAKHOV
Svetlana Tijanóvskaya

Hace poco más de un año, participé en las elecciones presidenciales de Bielorrusia contra . El dictador, que ha gobernado durante 27 años, nos robó la victoria, desatando protestas generalizadas en todo el país. Nos unimos en un movimiento nacional a favor de la democracia para exigir la liberación de los presos políticos, el fin de la violencia estatal y unas elecciones libres y justas. Lamentablemente, el régimen respondió con violencia.

El año que pasó ha sido duro. Los bielorrusos aprendieron que el camino hacia la democracia es arduo. Pero la lucha va más allá de : todas las naciones democráticas tienen un interés en el futuro del país. No solo existe un imperativo moral para apoyar nuestra causa, sino también uno estratégico, ya que un régimen autocrático amenaza con sembrar el caos en Europa.

La fuerza de nuestro movimiento democrático es evidente, pero ha habido contratiempos. En respuesta a estos, hemos construido una nueva sociedad civil en la que destacan tres aspectos: las redes horizontales, las comunidades informales y la creencia compartida de una Bielorrusia libre y democrática. En buena hora, el mundo se ha unido a nosotros.

Como enfaticé en mis recientes reuniones con el presidente estadounidense, Joe Biden, y con el primer ministro británico, Boris Johnson, los países democráticos tienen la obligación moral de apoyarnos. Y si bien el apoyo internacional hasta ahora ha sido alentador, aún se puede hacer más.

Acogemos con beneplácito las sanciones anunciadas por la Unión Europea y los Estados Unidos sobre las empresas y personas del régimen que financian o llevan a cabo la represión. No obstante, consideramos que también debería cortarse la financiación internacional que llega hasta el régimen proveniente de la ONU, el Banco Mundial o el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, y se le debería negar el acceso al apoyo financiero del FMI. Es más, la dictadura en Bielorrusia debe ser llevada ante los tribunales internacionales.

Después de todo, no se trata solo de Bielorrusia. El régimen de Lukashenko se ha convertido en un problema de seguridad para toda Europa. En mayo pasado, el régimen obligó a aterrizar a un avión europeo que se dirigía de Grecia a Lituania solo para capturar a un periodista que viajaba a bordo. Este mes, un líder comunitario bielorruso fue encontrado ahorcado en Kiev, Ucrania. A menos que contengamos al bandido en mitad de Europa, ningún ciudadano europeo estará a salvo.

–Glosado, traducido y editado–

© The New York Times