Esta semana la Unión Europea impuso sanciones adicionales a Rusia. Esta decisión se produjo luego de meses de desestabilización de Ucrania por parte de Rusia, y de meses de esfuerzos diplomáticos y políticos para restaurar la paz y la estabilidad.
La Unión Europea no tomó estas medidas a la ligera: decidimos de manera conjunta que no podemos mantener un compás de espera mientras el presidente Vladímir Putin pisotea el derecho internacional y los derechos de un vecino soberano. No podemos ignorar las muertes y la destrucción que las acciones de Rusia han causado en el continente que compartimos.
Las sanciones son una parte crucial de la respuesta de la Unión Europea. No por elección, sino porque pensamos que son necesarias, efectivas y oportunas. Veámoslo por partes. Son necesarias por una simple razón: las acciones de Rusia en Ucrania son inaceptables. Rusia se niega a reconocer la independencia y la soberanía de Ucrania. Se ha anexado territorio ucraniano a punta de armamento; primero Crimea, y después enviando a su ejército a algunas partes de las regiones orientales de Ucrania.
Esta no es una afirmación gratuita. Es un hecho. Sabemos que cientos de tropas rusas y docenas de tanques rusos han estado operando en Ucrania. He escuchado reportes de testigos oculares, he recibido informes precisos de inteligencia y he visto lo que informan los medios. Por la historia de Europa, sabemos lo que puede ocurrir cuando una nación independiente es amenazada y socavada por una fuerza militar. Tal como dijeron el primer ministro David Cameron y la canciller Angela Merkel la semana pasada, el quiebre del derecho internacional por parte de Rusia no puede quedar sin consecuencias.
En segundo lugar, las sanciones son efectivas. Claramente están teniendo un impacto en la economía rusa, que se redujo en el primer trimestre de este año. El crecimiento está rondando alrededor del 0% y se predice que la inflación alcanzará los dos dígitos. Ni un solo dólar, euro o franco suizo se le prestó a una empresa rusa en julio. Los eurobonos emitidos a compañías rusas desde el inicio del 2014 han caído en un increíble 93%. El rublo ha llegado a una histórica baja frente al dólar. La fuga de capitales estará este año alrededor de los 80 billones de dólares.
No solo las sanciones los están golpeando; la propia decisión de Rusia de limitar las importaciones de alimentos ha subido los precios de ciertas mercaderías en más del 30%, y hasta 60% en algunos casos extremos, creando un nuevo mercado negro en las importaciones de Bielorrusia. El impacto económico de este conflicto puede ser sentido por cada familia común en Rusia.
En tercer lugar, las sanciones son oportunas. Aunque la semana pasada se anunció un cese al fuego, necesitamos ver que Rusia y los llamados separatistas a los que apoya se ciñan a ese compromiso. En tales circunstancias, proceder con las sanciones fue la decisión correcta, mientras avanzan las discusiones por un plan de paz. Siempre podríamos tomar la decisión de revertirlas en el futuro. Pero esto requiere de un fundamental cambio de dirección de parte de Moscú.
La bola está en la cancha de Rusia. Podría retirar sus tropas y sus armas, dejar de armar a los separatistas, dejar que Ucrania realice elecciones democráticas en octubre y respetar la soberanía y la integridad territorial de Ucrania. Rusia es una potencia importante; debería estar a la altura de sus responsabilidades internacionales.
La otra opción es seguir entrometiéndose en Ucrania. Lo que significaría más violencia, más muertes innecesarias y mayor adversidad para la región. La decisión la tiene el liderazgo de Rusia. Espero sinceramente que evite la innecesaria escalada de las medidas económicas, y el igualmente innecesario aislamiento de su propio pueblo.
Tal como conversé con el ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania, Pavlo Klimkin, durante la cumbre de la OTAN la semana pasada, el pueblo de Ucrania merece el apoyo de la comunidad internacional en este punto crítico de su historia. Y todos merecemos un futuro de prosperidad y estabilidad compartidas.