(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Ana Palacio

El 23 de enero, el líder de la Asamblea Nacional (AN) de , , se proclamó presidente interino del país, en un desafío abierto a la legitimidad del desastroso régimen de . La división de la comunidad internacional sobre a quién reconocer como presidente legítimo de Venezuela ha sido reveladora.

Argumentando que la elección del 2018 que le dio a Maduro otro período fue una farsa, Guaidó invocó una disposición constitucional que le permite al presidente de la AN asumir el cargo mientras se organiza una nueva elección. Casi de inmediato, Estados Unidos reconoció a Guaidó como el líder legítimo de Venezuela, seguido por numerosos países latinoamericanos.

En cuanto a la Unión Europea, la respuesta ha sido caótica. Varios miembros, entre ellos Alemania, Francia y el Reino Unido, reconocieron a Guaidó, mientras otros solo emitieron declaraciones de apoyo.

Pero el régimen de Maduro tiene también sus patrocinadores internacionales. Comenzando por Rusia. En las últimas dos décadas, el Kremlin ha inyectado miles de millones de dólares en préstamos e inversiones en Venezuela. En el 2017, la compañía estatal de energía rusa Rosneft tomó el control del 49,9% de la refinadora Citgo (la filial de la venezolana PDVSA en EE.UU.). Dichas inversiones han sido vitales para el régimen de Maduro.

Desde que Guaidó defendió su reivindicación, Vladimir Putin se ha convertido en el principal defensor de Maduro, aprovechando todas las oportunidades para condenar el “cambio de régimen” impuesto por Occidente.

En Venezuela, el Kremlin también ha empleado tácticas sacadas de su libro de jugadas aplicadas en Siria. En diciembre, por ejemplo, dos bombarderos rusos con capacidad nuclear llegaron a Venezuela para una misión de entrenamiento, desafiando el dominio estratégico de EE.UU. en el hemisferio. Días después, surgieron rumores sobre planes rusos para establecer una base militar en Venezuela.

Se supone que estas actividades sirven como advertencia a EE.UU. y a Europa de no entrometerse en los intereses de Rusia. El Kremlin quiere dejar en claro que tiene la capacidad de crear caos cerca de EE.UU.

Sin embargo, el poder disruptivo de Rusia y su lealtad hacia sus aliados están comenzando a exhibir sus límites. A medida que la crisis se extiende, el apoyo a Maduro se ha suavizado. El Kremlin ahora respalda los llamados al diálogo entre el régimen y la oposición, y hay rumores de que sus funcionarios se están acercando silenciosamente a Guaidó.

Pero el compromiso ruso con Maduro también se debilita porque los vecinos de Venezuela han adoptado una posición unificada sobre el tema. Esto contrasta fuertemente con el conflicto sirio, donde las divisiones profundas entre Turquía, Arabia Saudí e Irán han creado oportunidades para la irrupción.

Más importante aun, muchas de las potencias mundiales han mostrado más determinación en Venezuela que en Siria. En Siria, como en Ucrania, Rusia llenó un vacío dejado por un Occidente que no estaba dispuesto a actuar.

En Venezuela, en contraste, EE.UU. ha indicado que responderá agresivamente a una provocación. Cuando Maduro le ordenó al personal diplomático estadounidense que abandonara el país, el Departamento de Estado se negó, lo que obligó a Maduro a revertir su demanda. Unos días después, el halcón Elliott Abrams fue designado enviado especial para Venezuela.

No hay un vacío de Occidente en Venezuela y Rusia está retrocediendo. Europa debería tomar nota.

A medida que el conflicto sirio se desvanece, con Al Asad reconsolidando su poder, Europa debe desconfiar de los futuros esfuerzos de interrupción del Kremlin.

Este no es un momento para entrar en pánico; es un momento para prepararse. Europa debe actuar para consolidar los lazos con los socios regionales y construir un consenso interno. De lo contrario, podría encontrarse, una vez más, incapaz de contrarrestar la interferencia rusa.

–Glosado y editado–