Dante Nieri
Directivo del colegio Trener
Cada día son más las parejas en que ambos cónyuges trabajan. De ahí surge, indudablemente, la imperiosa necesidad de la existencia de cunas y nidos donde poder dejar a los hijos a buen recaudo, más allá de la conveniencia de que reciban una adecuada estimulación en su etapa preescolar. Ello sucede en todos los niveles sociales y en todo el país.
Pues bien, el 21 de abril se publicó en “El Peruano” una resolución de la Secretaría General del Minedu que regula el diseño de los locales de nivel inicial, nada más y nada menos que un documento de 62 páginas. Una de esas normas en las que nadie repara al momento de su publicación, pero que luego imposibilitan la ampliación de la oferta educativa y, además, traban totalmente a un sector económico.
La norma es muy detallista y quizá sería ideal que todos los locales de inicial la cumplieran en el Perú, pero, como podrán suponer, será imposible porque su nivel es francamente escandinavo, propio de una sociedad muy rica y homogénea.
La norma hace imposible adaptar una construcción que ha sido pensada como vivienda a estos fines, como es el caso de la mayoría de los locales donde funcionan los nidos y cunas existentes. Por otro lado, la cantidad de condiciones que impone al diseño de un nuevo local –en medidas mínimas, ubicación del terreno, acabados y demás– hace impensable una inversión que se justifique. Incluso, muchos colegios que ya brindan el nivel inicial difícilmente lograrán adecuarse por las rigideces de su infraestructura y los altísimos costos que supondría remodelarla.
Pensando en la realidad del sector público, será una norma más que este no podrá cumplir. Si a duras penas da mantenimiento a la infraestructura existente, es inimaginable pensar que logrará adecuarla al elevadísimo estándar de esta norma.
Como es habitual, será una norma que afectará solo a unos cuantos formales y a los padres que pagarán la factura. ¿Qué sucederá con los nidos privados? Muchos ya tienen un alto grado de informalidad y con esta disposición, al no poder remodelar el local donde están, dicha informalidad devendrá en casi total, ya que no podrán obtener licencia alguna. En consecuencia, tampoco inscribirán a sus profesores y trabajadores en planilla.
Como hemos dicho, el problema es que en todos los niveles sociales, en la gran mayoría de familias ambos padres trabajan y, por tanto, es indispensable la existencia de cunas y nidos con estándares de calidad razonables. Como es una necesidad real, el mercado lo resolverá al margen de los genios que pergeñan normas como esta.
Dudo que se haya consultado a los directamente involucrados, ni siquiera a los del sector público, pero sería prudente ver, con las partes interesadas, lo que tiene de realista la norma y, con arquitectos sensatos, analizar cómo aligerarla.
El afán por regular al sector educación, tan minuciosa e inadecuadamente, sin medir los costos ni consecuencias, sumado al alto precio del metro cuadrado de los terrenos, terminará por alejar todas las inversiones privadas serias de la educación escolar. Dado que el Estado no ofrece una alternativa satisfactoria, solo ocasionará informalidad, mayor riesgo para los niños y una tremenda demanda insatisfecha.