Con el surgimiento del movimiento ambiental moderno nació también el greenwashing o “lavado de cara verde”: la práctica de simular comportamientos sostenibles, adoptando cambios superficiales que no evitan la contaminación, vulnerabilidad física o extinción de especies. Estos comportamientos son muy criticados en el sector privado, pero no hablamos suficiente sobre el greenwashing en políticas públicas ambientales. Este espacio es una invitación a identificarlas, y un llamado a la acción para repensar las estrategias que adoptamos como país a 50 años del primer Dia Mundial del Medio Ambiente.
En este medio siglo, los peruanos hemos optado por varias políticas estatales que simulan ser sostenibles, pero no tienen efectos sobre la realidad. El greenwashing como política de Estado asume que vivir en un Medio Ambiente deteriorado es la nueva normalidad. ¿Cómo identificarlo? instituciones de alto gasto y bajo rendimiento, sin indicadores claros de éxito y que habitan nuestro imaginario nacional, incuestionables, a pesar de no brindar soluciones efectivas. Practicamos greenwashing al declarar en emergencia anualmente las provincias de Huancavelica, Puno o Arequipa que sufren heladas. Impotentes, organizamos colectas de agua y frazadas que solo dan alivio momentáneo. Ante esta crisis, el Mindef es responsable de enfrentar un fenómeno que es claramente ambiental. Cada declaratoria de emergencia trae reasignación de presupuesto y flexibiliza las contrataciones: la vulnerabilidad como negocio.
En Madre de Dios y Loreto, el greenwashing está en la contaminación por mercurio de la minería aluvial de oro. El Minem lidera un proceso de formalización que se ha extendido innecesariamente. La estrategia se reduce a crear registros que dan la apariencia de formalidad entre los mineros, al tiempo que les permiten seguir operando en las mismas condiciones.
A pesar de la claridad con que vemos estos problemas, resulta difícil divisar soluciones. No hay una autoridad clara, sino múltiples Sistemas Funcionales: comisiones especiales y mecanismos multisectoriales obedeciendo la fórmula del greenwashing (alto gasto, bajo impacto, falta de metas). En esta quimera, se espera que la coordinación entre sectores surja por generación espontánea.
Es hora de reconocer el fracaso de esta estrategia y explorar nuevas alternativas. Sorprende que, a pesar de tener un Minam, este mantenga escasas competencias sobre recursos ambientales y contaminación. Hay que evaluar, aprender y corregir aquello que no está dando resultados. Si en la última década no hemos construido un medio ambiente más habitable, intentemos algo nuevo. No tenemos 50 años más.