Para muchos judíos, el derecho al aborto es un valor ético, transmitido de padres a hijos, con el apoyo de la comunidad. El último “Estudio de Paisaje Religioso” de Pew (2014) encontró que el 83% de los judíos encuestados apoyaban el aborto legal en la mayoría o en todos los casos. Más que cualquier otro grupo religioso encuestado.
Un firme compromiso con el derecho al aborto no es solo una de las posturas socialmente liberales que adoptan los judíos estadounidenses progresistas, sino también una creencia arraigada en nuestros textos sagrados que, a pesar de las diferentes interpretaciones a lo largo del tiempo y de las denominaciones, priorizan constantemente el bienestar final de la persona embarazada sobre el del feto.
Por eso, mientras el derecho al aborto se encuentra en un precipicio legal, gracias a las leyes aprobadas en los estados de Texas y Misisipi que se discuten en la Corte Suprema, muchas feministas judías están furiosas.
Hoy, cuando pensamos en la fe y en los derechos reproductivos, es fácil comenzar con la idea de que los grupos religiosos se oponen al aborto.
Pero la postura judía es más compleja, con raíces en el Libro del Éxodo, donde el feticidio no se trata como un asesinato. El Talmud, donde se interpreta gran parte de la ley judía y donde la práctica se desglosa, define la vida como el comienzo: cuando la cabeza del bebe emerge del cuerpo de la madre. Incluso en el rabinato, que una vez estuvo dominado por hombres, quedaba claro qué vida era prioritaria.
Uno de los principios fundamentales del judaísmo es el ‘pikuach nefesh’: la preservación de la vida por encima de todo, incluso de la observancia del Shabat, que, por lo demás, es sacrosanto. ¿Qué podría ser más digno que enfocarse en la necesidad de la persona embarazada, si sufre, de terminar con ese sufrimiento, de vivir y contribuir con el mundo? Es su vida, su alma, lo que vale la pena salvar.
Estamos lejos de ser la única religión que adopta una postura matizada sobre el aborto. Pero un grupo religioso que dicta una visión amplia e intratable del bien y el mal en lo que respecta al aborto puede tener más facilidad para llamar la atención que, por ejemplo, las organizaciones religiosas que recientemente presentaron un escrito de ‘amicus curiae’ a la Corte Suprema, pidiendo fervientemente que se les preste atención.
Por eso, varios judíos están empezando a hacer ruido para rectificar este desequilibrio. Una nueva campaña llamada “73Forward”, dirigida por el Consejo Nacional de Mujeres Judías (N.C.J.W., por sus siglas en inglés), está reuniendo a activistas para defender el acceso al aborto desde una perspectiva explícitamente judía. Los rabinos se han comprometido a unirse a la lucha en Texas.
Los líderes judíos no están en la televisión todos los fines de semana gritando: “¡Quiten sus leyes de nuestra religión!”. Pero como religión minoritaria, naturalmente favorecemos una verdadera separación entre la Iglesia y el Estado. Y hay otra razón. Cuando escribo sobre las actitudes judías hacia la anticoncepción o el aborto, siempre recibo una avalancha de insultos en mi bandeja de entrada. Comienza con la horrible comparación entre el aborto y el Holocausto, y se extiende a la idea de que el 83% de los judíos estadounidenses que apoyan el derecho al aborto está perpetuando el mismo asesinato en masa que devastó a la generación de mis abuelos.
El acoso que enfrentan los judíos que apoyan el aborto a menudo se remonta a una de las mentiras más antiguas en la historia antisemita: la mentira de que los judíos sacrifican niños ritualmente.
Pero, independientemente de la probable reacción violenta, este momento es peligroso para la libertad religiosa y corporal, y requiere valentía. “Hay un grupo ruidoso de personas que usan la fe como arma. No podemos quedarnos al margen y dejar que eso suceda”, dice la directora ejecutiva de N.C.J.W., Sheila Katz. Está en lo correcto.
–Glosado, editado y traducido–
© The New York Times
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