En el año 2000, durante la Cumbre del Milenio, todos los países se comprometieron a dedicar los siguientes quince años a cumplir con los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Estos se convirtieron en el gran reto para la humanidad, y la fecha límite para cumplirlos, el 2015, finalmente llegó. Surge entonces la pregunta que en todo país deben responderse Estado, sociedad civil y cooperación internacional: ¿cumplimos con el compromiso asumido?, ¿avanzamos, nos estancamos o retrocedimos?, ¿hicimos lo suficiente? ¿Qué haremos después del 2015?
Nuestro país destaca como uno de los que alcanzó varias de las metas establecidas. La disminución de la pobreza extrema, la reducción de la mortalidad infantil y materna, la casi universalización de la educación primaria y la presencia cada vez más frecuente de mujeres en el mundo laboral, empresarial, académico y político, son algunas de ellas.
Pese a estos importantes avances, Perú, convertido actualmente en un país de ingresos medios altos, alberga inequidades (escondidas por los promedios nacionales) que impiden a millones de peruanos y peruanas ejercer sus derechos humanos desde el inicio de sus vidas.
La lección que nos deja el esfuerzo nacional y mundial por cumplir los ODM es contundente. Se requieren de políticas públicas con enfoque de derechos humanos, de inversión en el desarrollo social y de trabajar con los grupos sociales a quienes están dirigidas las políticas.
En esa dirección, y por primera vez, en el 2013 se iniciaron consultas globales para recoger las preocupaciones, opiniones y sugerencia de los grupos menos escuchados: la niñez, las mujeres, las poblaciones indígenas, las personas viviendo con VIH, entre otros.
Este proceso de reflexión que respondía a la pregunta cuál es el mundo que queremos, ha permitido elaborar una propuesta de agenda de desarrollo Post 2015 que contempla 17 objetivos para un desarrollo sostenible (ODS) al 2030. Esta agenda es más ambiciosa que la de los ODM. No plantea la disminución de inequidades, sino su eliminación en todos los ámbitos. Su carácter es, como tienen que ser los derechos humanos, realmente universal.
Luego de aprobada esta agenda, llegará el momento de implementarla. Dos de los mecanismos que se ha previsto aplicar para ello son el Financiamiento de Desarrollo y el Monitoreo Participativo para la Rendición de Cuentas (MPRC). Perú, conjuntamente con Canadá y Corea, tiene un liderazgo internacional en MPRC debido a su vasta experiencia a nivel nacional, regional y local.
El cumplimiento de la Agenda de Desarrollo Post-2015 requerirá que los ciudadanos de todas las edades –especialmente los grupos más excluidos y menos escuchados - tengan un papel activo en la construcción, implementación y seguimiento de políticas y programas que los impactan.
Este es un gran reto, y consecuentemente su cumplimiento dará grandes resultados. Será indispensable, por ejemplo, ponerse en los zapatos de los niños, niñas y adolescentes; consultarlos sobre sus necesidades y expectativas. Creo que si se sigue esta recomendación se implementaran servicios de educación, salud, protección y recreación más adecuados y por ende más amigables y de mejor calidad. Eso implica una actitud democrática y gran dosis de humildad por parte de los decisores políticos.
Para cumplir la nueva agenda global se necesita de inversión y transparencia por parte de los estados y de involucramiento permanente de la sociedad civil. Y es que todos los ciudadanos tenemos derecho a saber en qué se invierten los recursos del presupuesto público. Tenemos derecho a proponer en qué se debe invertir y a vigilar cómo se emplea el presupuesto. Universalizar la práctica de la vigilancia es poner coto a la corrupción que tanto daño hace, pues priva de servicios básicos y el ejercicio de derechos a las poblaciones más excluidas. Es hora de ser transparentes.
El mundo mira al 2030 con gran expectativa. Los líderes de ese mañana hoy están en gestación o en la escuela. Para que ellos y ellas puedan rendir a sus hijos y nietos mejores cuentas, de las que hoy rendimos nosotros, es necesario que Estado, sociedad civil, cooperación internacional y empresas les aseguremos igualdad de oportunidades de desarrollo. Esa es la fórmula para el desarrollo sostenible. Esa es nuestra mejor herencia.