A propósito del reciente Día Mundial del Reciclaje, se anunció un nuevo decreto legislativo del Ministerio del Ambiente referente a la obligatoriedad del reciclaje de residuos y materiales sólidos en el lugar de origen, es decir en casa. Si bien esta medida puede parecer extemporánea –en medio de una emergencia pandémica–, realmente no lo es. Es más bien un asunto altamente relevante para la salud pública y, en particular, en tiempos del COVID-19.
Numerosos estudios apuntan a la relación entre la calidad ambiental urbana, sea del aire, del ruido, del agua y de la abundancia de residuos sólidos, y la incidencia de enfermedades, principalmente cardiovasculares, pulmonares e infecciosas. Como ya ha sido claramente demostrado, estas hacen a los pacientes de COVID-19 mucho más propensos a la muerte.
PARA SUSCRIPTORES: Francisco Dumler: “La capacidad operativa de Sedapal en esta pandemia es de cinco meses” | ENTREVISTA
Ahora bien, ¿cómo se relaciona el reciclaje de residuos sólidos y el COVID-19? Más de la mitad de los residuos sólidos son de plásticos sintéticos, y estos, por sus efectos en la salud, nos hacen más vulnerables. Disminuir la cantidad de ellos en las ciudades y en el medio ambiente (y, por ende, la importancia del reciclaje) más que ser un asunto de estética, es un tema directamente relacionado a nuestra salud. Me explico:
Los plásticos sintéticos son producidos a partir de hidrocarburos, es decir del petróleo y sus derivados. Estos no son “digeribles” (o biodegradables) prácticamente por ningún organismo vivo, y la mayoría contiene numerosos elementos comprobadamente cancerígenos. Por esa razón, no debemos ingerirlos, y hasta el uso de algunos de ellos –en juguetes para niños o para envases de productos alimenticios– está totalmente prohibido.
La mayoría de los plásticos que pasan por nuestras manos sufre un proceso de “descomposición” en el tiempo, que es básicamente la desagregación de los elementos de su estructura, de sus componentes químicos y de su forma física. Una botella plástica con agua –o cualquier otro plástico– se convierte en miles o millones de partes llamadas microplásticos. Estos están medidos en unidades que nos son difíciles de imaginar: de milímetros a milésimas, fracciones de ellos. Recién en los últimos años nos estamos dando cuenta de que estos microplásticos han llegado a todas partes, incluyendo el Ártico, la meseta tibetana o el fondo del océano… y también están dentro de nuestro cuerpo.
Los microplásticos se encuentran en todo lo que ingerimos. Están en la comida –en las menestras, en el pescado y mariscos, en los vegetales del mercado, en el agua que sale por el grifo y hasta en el agua filtrada que compramos– y, paradójicamente, en una botella de plástico. Según cálculos conservadores, ingerimos entre 5 y 7 gramos de microplásticos cada semana. En otras palabras, nos comemos un kilo de plástico cada tres años. Pero esto no queda ahí. Un reciente estudio publicado en la revista científica “PLOS One” nos muestra que el mar “nos devuelve” los plásticos que arrojamos en él (hasta un 10% del total) en forma de la fresca brisa marina. Estos son luego transportados por los vientos (hasta 136 mil toneladas por año), llegando no solo a la costa, sino a todos lados, sea en el medio del lago Titicaca o de la Amazonía. ¡No solamente estamos comiendo microplásticos, sino también los respiramos!
Se calcula que en el Perú cada persona utiliza unos 30 kilos de plástico al año (el promedio mundial es de 50 kilos), cifra que se duplica cada diez años. La mayor parte de ellos son los llamados plásticos de un solo uso (bolsas, envases, botellas). En el Perú se utilizan tres mil millones de bolsas de plástico al año. No es poca cosa.
Entonces, promocionar el reciclaje de plásticos, la segregación en nuestros hogares y el apropiado desecho de ellos es completamente oportuno y enhorabuena la reciente norma. Pero complementariamente es también vital que empecemos a reducir su uso. El cobro por utilizar plásticos de un solo uso es un buen paso, pero aún insuficiente. A nivel individual, el empleo de plásticos debe ser un acto de absoluta necesidad, y de otra forma, un acto vergonzoso. No dejemos que el plástico sea nuestro pan de cada día, así que mejor salgamos de compras con nuestra botella de agua y bolsa de compras recicladas, y demos un respiro hondo… pero con la mascarilla puesta, por favor.