En la lucha de gladiadores en el Coliseo Romano, el emperador decidía si le perdonaba la vida al vencedor. Los asistentes gritaban ‘e vive’ si le querían perdonar la vida, o ‘e morte’ si querían que el gladiador muriese.
Algo similar pasa con Petro-Perú. Los defensores de la “seguridad energética” quisieran que el Estado inyectara más dinero, y los libertarios, que la liquidaran. El Gobierno no se atreve hacer ni lo uno ni lo otro, sin darse cuenta de que no hacer nada es la peor de las opciones. La situación solo empeora.
Las pérdidas netas (en millones) en los 12 meses que terminaron en el segundo trimestre del 2024 llegaron a los US$801, mayores a los US$730 del 2023 y a los US$271 del 2022. Si usamos el Ebitda –es decir, los resultados sin considerar intereses, impuestos y amortizaciones–, las pérdidas llegaron a los US$339, un poco mejor que los US$438 del 2023, pero mayores a los US$115 del 2022. Son tan abultadas que solo en el último año la empresa ha perdido la mitad de su patrimonio, y el siguiente año lo habrá perdido todo.
Los malos resultados se deben a una reducción en los ingresos y a la poca eficiencia en los gastos, como resultado de la refinería. Los ingresos en los 12 meses que terminaron en este trimestre llegaron (en millones) a los US$3.926, cuando fueron de US$4.009 en el 2023 y de US$5.581 en el 2022. La eficiencia de los gastos, definida como el costo de los productos vendidos como razón de los ingresos, llegaron a 113% en el segundo trimestre del 2024 y fueron de 114% en el segundo trimestre del 2023. No es sorpresa que el resultado sea un alto endeudamiento. La deuda total llegó (en millones) a los US$7.092 en el segundo trimestre del 2024, sustancialmente mayor a los US$5.625 del segundo trimestre del 2023. Como proporción del Ebidta, llegó a 21 veces; el año anterior fue diez veces.
El directorio ha dicho que necesitan una inyección de capital de US$2.200 millones, pero que sería “inmoral” solicitarla. Ellos proponen contratar un PMO privado que gestione la empresa. La presidenta ha decidido apoyar al directorio. Sin embargo, pareciera que el problema no es de recapitalización o de un gestor privado, sino más bien de gestión, y que la empresa no logra alinear sus gastos con sus ingresos.
Una de las lecciones que aprendimos cuando nos tocó convertir economías centralmente planificadas a economías de mercado en los expaíses socialistas fue que había que dotar a las empresas de una efectiva gobernanza, que solo existe en la empresa privada. En Petro-Perú, sus accionistas, representados por el MEF y el Minem, deberían ejercer ese control corporativo, pero lamentablemente no tenemos una buena separación entre Estado y Gobierno. El Estado, en representación de todos los peruanos, debería tomar las medidas que la hagan viable en el largo plazo, pero es el Gobierno el que la gestiona y ha cedido ante los partidos políticos, trabajadores, proveedores e incluso acreedores (‘stakeholders’).
Lo que necesita Petro-Perú es restablecer su gobernanza y el Gobierno no lo va a hacer porque los costos políticos son muy altos. Un grupo de expertos debería redactar una ley, para ser aprobada en el Congreso, que ordene a Petro-Perú a poner sus finanzas en orden y a restablecer la meritocracia. Para ello se necesitaría un mandato muy claro para reducir costos, refinanciar sus deudas y liquidar unidades operativas que no sean viables.
Como condición, el Tesoro debería recapitalizar la empresa. Algunos piensan que esto es equivocado, pero aquellos que hemos reestructurado empresas sabemos que una empresa altamente endeudada solo genera más deuda y más cara. También se le debería permitir concesionar sus áreas de negocios, que una empresa especializada gestione las unidades de negocio ya consolidadas. Uno se pregunta: ¿los ejecutivos de Petro-Perú tienen la experiencia como para gestionar una refinería o un oleoducto? Y, aun si la tuvieran, al ser estatal se crea una serie de conflictos de interés y es mejor que la opere una empresa especializada. Finalmente, estas unidades necesitan inversiones y Petro-Perú no tiene las espaldas financieras.
Por último, Petro-Perú debería salir de negocios de alto riesgo como la exploración. Esta idea que plantearon algunos de que las empresas de exploración se benefician obteniendo el barril de petróleo a bajo precio es una distorsión. Para obtener ese barril de petróleo, esas empresas tuvieron que arriesgar mucho capital y pudieron no obtener nada. Ese no es el negocio de Petro-Perú.