“Las soluciones deben incluir necesariamente una reforma cultural y educativa”. (Ilustración Giovanni Tazza)
“Las soluciones deben incluir necesariamente una reforma cultural y educativa”. (Ilustración Giovanni Tazza)
Pedro Solano

En los últimos nueve meses se han presentado en el diecinueve proyectos de ley para regular el uso del en el país. Las ideas y propuestas han venido desde todas las bancadas, la sociedad civil, los gremios empresariales y desde el propio Poder Ejecutivo. Las opciones han sido también de todo tipo: las hay prohibitivas, regulatorias, educativas, fiscalizadoras, promotoras y disuasivas; las hay extremas y también inocuas. En tan solo nueve meses, y en medio de la crisis política e institucional por la que atravesamos, hay un tema donde todos parecemos estar de acuerdo y es que hay que reducir el consumo del plástico, especialmente aquel de un solo uso.

Las cifras son de por sí alarmantes: para el 2050 habrá más plástico que peces en el mar y el 99% de las aves marinas tendrán plástico en sus estómagos. Lo más probable es que nuestros propios estómagos también lo tengan ya. Solo en Lima y Callao se producen 3 mil millones de bolsas plásticas al año, siendo la mitad de ellas de un solo uso. Como nos recordó el presidente Vizcarra en su mensaje de 28 de julio, son bolsas que se utilizan por media hora y que tardan 200 años en degradarse. Paradójicamente, el uso más pasajero utiliza el material más duradero.

El reciclaje no es una opción viable para todo este plástico. Actualmente solo el 1% de la basura plástica es reciclada, básicamente por factores económicos y técnicos. El plástico biodegradable, por su parte, está aún bajo la mirada cuestionadora de los técnicos, quienes afirman que, en la mayoría de los casos, el “bio” se refiere más a la capacidad acelerada del plástico para fragmentarse, pero que este luego se convierte en microplástico que es igualmente dañino, sobre todo para los peces y otros organismos vivos incluyendo a los humanos.

Las soluciones entonces deben incluir necesariamente una reforma cultural y educativa, para que nosotros mismos dejemos de “necesitar” todo este plástico. Los cambios culturales se dan a través de procesos y es muy buena idea iniciar estos procesos con ideas sencillas y asimilables, como ir disminuyendo el uso de bolsas de un solo uso y las cañitas plásticas, o eliminar el uso de bolsas pequeñas, como las que se ofrecen en las farmacias.

Países vecinos como Colombia, Argentina o Chile ya han tomado distintas medidas para promover una mejor cultura ciudadana de consumo mediante opciones que van desde el cobro (Colombia) hasta la prohibición (Chile) para las bolsas plásticas. En Colombia ya hay datos que afirman que el impuesto a las bolsas ha generado una disminución en su uso del 30%, lo que equivale a cinco mil millones de bolsas en un año.

Si bien nuestro Congreso aún no aprueba una ley sobre la materia, un efecto muy positivo de toda esta discusión es que diversas empresas ya empezaron a implementar, por propia decisión, medidas para reducir en sus establecimientos el uso de bolsas y envases plásticos. Son muestras empresariales de sintonizar con una tendencia global que articula responsabilidad ambiental y social con el respeto por la vida.

Se espera que pronto el Congreso apruebe una ley sobre este tema. Proyectos ya hay muchos y todos suman hacia el objetivo de promover una mejor cultura de consumo en el país. Las diferencias están entre si decidimos avanzar rápido o lento. Sea de una u otra manera, avancemos.