El último informe del Banco Mundial, “Resurgir fortalecidos. Evaluación de pobreza y equidad en el Perú”, nos recuerda las cifras oficiales: la tasa de pobreza nacional se incrementó al 30,1%, un nivel que no se había visto desde el 2010, y la pobreza extrema alcanzó el 5,1% en el 2020, comparable con la tasa del 2013.
Pero hay que destacar dos temas relevantes: primero, que a fines del 2021 la economía se había recuperado, pero la pobreza y la pobreza extrema mantuvieron los niveles del 2012 y el 2015, respectivamente. Es decir, la pandemia debilitó lo avanzado en materia social y los esfuerzos para recuperarlos ya no se resuelven solo con el crecimiento económico, sino con el desarrollo de intervenciones que trasciendan a la pobreza monetaria y se centren en generar capacidades productivas entre los más pobres y con menos activos para enfrentar pandemias, fenómenos de El Niño y otras crisis.
En segundo lugar, la pobreza ahora se concentra en las zonas urbanas. Nos señala el informe que, en el 2019, el 56,7% de la población en situación de pobreza residía en áreas urbanas y que, con la pandemia, esta proporción se elevó al 68,7% en el 2021.
Hasta ahora, la propuesta más directa para enfrentar la pobreza en zonas urbanas ha sido la de Trabaja Perú, del Ministerio de Trabajo, que, a través de las municipalidades, generaba empleos temporales principalmente para mujeres jefas de hogar. El Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social ha mantenido su oferta en lo rural y ha ampliado su soporte a las ollas populares a través de Qali Warma, pero este sigue siendo gestionado como una intervención temporal, sin decidirse a diseñar e implementar un programa dedicado a atacar la pobreza urbana, al principal problema de la crisis de seguridad alimentaria y al hambre que estamos viviendo.
La actualización de la Política Nacional de Desarrollo e Inclusión Social al 2030 es un paso relevante, pero sin nuevos programas o rediseño de los que existen, difícilmente el documento por sí solo pueda reducir puntos de pobreza. El problema público está claro, falta claridad en su instrumentalización.
¿Qué medidas se pueden recomendar de manera urgente? Recuperar la capacidad y el liderazgo del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) para diseñar, potenciar y exigir resultados. Por otro lado, que los sectores y los gobiernos regionales realicen intervenciones potentes y de impacto nacional, guiados por el marco de la nueva política. Las cifras de pobreza actuales no demandan pilotos, sino respuestas efectivas. Los criterios de focalización y cobertura deben adecuarse al rostro de la pobreza urbana. Los cuadros técnicos existen y experiencias como la de haber reducido la desnutrición crónica en el país en aproximadamente 20 puntos es un esfuerzo sostenido que nos demuestra que es posible lograr metas ambiciosas.
El MEF anunció este 19 de mayo que incrementará su cobertura con una nueva modalidad denominada Juntos Urbano, que es la transferencia a hogares con gestantes o recién nacidos, para que reciban por seis meses S/300 bimensuales. Esto, a cambio del cumplimiento del paquete completo para gestantes (controles y exámenes preventivos) y del paquete completo para niños y niñas menores de 12 meses (vacunas, control de crecimiento y desarrollo, tamizaje y suplementación de hierro). Lograr esto contribuiría a reducir la anemia y la desnutrición crónica infantil.
El programa Juntos cuenta con 108.215 nuevos hogares con gestantes y bebes recién nacidos, de los que el 50,6% son urbanos. Los S/300 millones que se han anunciado aún están pendientes de ser aprobados y pueden ampliar cobertura a miles de hogares más.
Hay otras alternativas posibles como potenciar los programas de empleo temporal en lugar de continuar con bonos que ya han tergiversado su objetivo. Hay que rediseñar los programas de alimentación para cubrir los graves problemas de seguridad alimentaria. Qali Warma y Cuna Más son instrumentos potentes para atender las demandas urbanas de alimentos, sobre todo en los niños y niñas más pobres, donde la comida que brindan estos programas son los únicos alimentos que reciben en el día. Estas serían buenas señales para atender a los más vulnerables entre los pobres urbanos: mujeres gestantes, recién nacidos, niños y niñas.