Eduardo  Dargent

“Los convenios sin espadas, son solo palabras”. Más poético en el original: “Covenants without swords are just words”. Estudiar la es mantener un diálogo constante con esta frase de Hobbes. ¿Los compromisos, las leyes, se cumplen solo por temor al castigo? En parte, no. Sin otras razones para obedecer estos acuerdos serían frágiles. La cooperación, la necesidad de acuerdos de largo plazo, los valores, la legitimidad, son razones que ayudan a entender porqué respetamos las reglas por razones distintas al temor al poder.

Pero nunca hay que olvidar el poder. Sin actores de peso apoyando los pactos estos eventualmente se debilitan. Y hasta los más firmes convenios pierden sus dientes. Recordé la frase hace unos al ver al otrora poderoso ministro del MEF asumiendo que poco o nada puede hacer para limitar políticas irresponsables del Congreso. Adiós a los tiempos de la ilusión de cuerdas separadas entre y política.

También recordé la frase hace unos meses cuando leí a distintos analistas y abogados señalar que el indulto a Fujimori no podía darse porque una sentencia de la Corte Interamericana lo prohibía. Todos sabemos lo que sucedió: el Ejecutivo interpretó los alcances de la sentencia en forma restrictiva y se concretó el indulto.

Ojo: estoy de acuerdo en que lo que hace el Congreso pone en riesgo las bases de un manejo económico responsable y que una sentencia internacional no puede quedar atada a la libre interpretación del Estado condenado. Lo que se hizo no es correcto, no es técnico, no es legal.

Pero creo que esas apreciaciones rotundas y admonitorias olvidan que hoy estamos jugando en una cancha política muy diferente a la de hace algunos años. Debería ser obvio que razones de justicia no van a detener a los actores políticos que controlan el Congreso. Extremos en lo ideológico unos, pragmáticos y con agendas híper particulares otros. Tienen al Ejecutivo a veces como socio, otras como subordinado e incluso como secuestrado.

Es peor: esas bancadas que se muestran los dientes ideológicos han descubierto que tienen grandes puntos de contacto en su conservadurismo y en su vocación de debilitar al Estado. Además, intercambian agendas, como se cambian figuritas. Hoy votas por mí para atacar a la Junta Nacional de Justicia, mañana por ti para nombrar a maestros sin formación suficiente o para apoyar la minería ilegal.

Lo que lleva a preguntarse porqué desde el 2000 hasta el 2021 había mayor estabilidad en temas de manejo macroeconómico, algunas reformas de políticas públicas y más preocupación por los derechos humanos. La respuesta, por el lado económico, es que se han debilitado las bases de apoyo de esas tecnocracias liberales que dieron un manejo prudente y la capacidad de avanzar algunas agendas de reforma. Sin partidos de derecha programáticos en el Congreso, organizaciones gremiales sin el peso de antaño y medios de prensa con menor relevancia, las tecnocracias han perdido poder.

Y aunque estoy en las antípodas de quienes creen que “los caviares” tienen o tuvieron enorme poder en el Perú, sí creo que un sector de centro izquierda e izquierda tuvo en el pasado más poder del que reflejaba su peso en la política electoral. Algunos políticos, burocracias de derechos humanos, cortes, fiscalías y aliados internacionales con más influencia que la actual permitían avanzar estas agendas.

Había también una serie de temas, como el control de economías ilegales o la preocupación por la reforma de algunos servicios sociales, en el que ambos sectores coincidían. Hoy ese contexto más favorable no existe. Además, el Congreso ya tiene un TC y una Defensoría más alineados con sus intereses. Si en el 2021 había un páramo reformista, hoy es peor: no hay programas entre quienes nos gobiernan más allá de lo conservador.

Sin representación, no hay poder. Y sin poder no hay agendas de reforma o incluso una cancha electoral nivelada. Caviares, liberales, centristas, quizás confiados por las batallas ganadas en décadas pasadas, confundieron un contexto favorable con poder. No ejercitaron los músculos que dan real seguridad a sus agendas: construir organización política y ganar votos.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Eduardo Dargent es politólogo de la PUPC

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