"Los atletas ahora nos inspiran al mostrarnos su humanidad, al no obligarse más a soportar lo insostenible" (Foto: AFP).
"Los atletas ahora nos inspiran al mostrarnos su humanidad, al no obligarse más a soportar lo insostenible" (Foto: AFP).
/ CRIS BOURONCLE
Lindsay Crouse

Los de Invierno se organizaron en un país cuya persecución contra los uigures –un grupo étnico asentado al noreste de China– ha sido calificada como genocidio por la administración estadounidense. No obstante, China hizo que un sonriente atleta uigur encendiera la antorcha olímpica ante la mirada de los presidentes Xi Jinping y el ruso Vladimir Putin.

Hay mucha especulación sobre por qué no hemos estado tan pendientes de los Juegos Olímpicos de Invierno. Se sabe que estos siempre han sido menos populares que los de verano. Sin embargo, las calificaciones de la ceremonia de apertura del 2022 fueron las más bajas de la historia.

Como fanática desde hace mucho tiempo de las narrativas sin límites inventadas para nosotros por los Juegos Olímpicos y sus especialistas en márketing, puedo confirmar que esta vez no lograron que experimentemos lo mismo que en años pasados. El principal atractivo de los JJ.OO. siempre ha sido la inspiración, la búsqueda de sueños imposibles. Dos años después de una pandemia, cuando muchos de nuestros sueños se han archivado, estos Juegos simplemente no brindaron este tipo de inspiración. En lugar de mostrar lo mejor que la humanidad puede hacer, parecen reflejar lo que no podemos.

Los atletas y sus hazañas se vieron eclipsados por crisis que ninguna pirueta sobre hielo o un gigantesco salto desde una rampa de esquí pueden rivalizar. Y, además, estos Juegos tuvieron su parte de atentados atléticos, con la noticia de que la patinadora artística rusa Kamila Valieva había dado positivo por una droga prohibida antes del gran evento.

Por lo general, me han encantado los Juegos de Invierno. Esquiadores nórdicos que se convierten en héroes nacionales tras empatar en el primer puesto con un palo roto. Los trineos jamaicanos y el ‘milagro sobre el hielo’, cuando el joven equipo de hockey de Estados Unidos salió de la nada en 1980 para derrotar a los mejores equipos del mundo. Tal vez la euforia en torno de esos momentos también fue un espejismo, distrayéndonos de los problemas reales. Fue emocionante de todos modos. Pero ya no.

Los momentos atléticos que se llevaron a cabo en estos días pasados fueron bastante diferentes. Muchos de ellos reflejaron una creciente aceptación de las limitaciones en nuestras vidas. Celebramos a Simone Biles el verano pasado en Tokio por priorizar su seguridad y retirarse de la competencia, y en Pekín compartimos el alivio de la favorita a la medalla de oro en la modalidad de esquí alpino, Mikaela Shiffrin, por terminar en noveno lugar después de luchar en sus dos primeras incursiones en las pistas de esquí. Y hubo aplausos para el campeón de snowboard, Shaun White, de 35 años, que buscaba un cuarto y último oro, pero terminó expresando su alegría por ser usurpado por talentosos ‘riders’ más jóvenes.

Todo esto también es inspiración, pero de un nuevo tipo. Los atletas ahora nos inspiran al mostrarnos su humanidad, al no obligarse más a soportar lo insostenible. Las historias que recordaremos de los últimos dos Juegos Olímpicos no serán sobre romper límites, sino sobre aceptarlos.

Por supuesto, también hubo victorias en Pekín que deben ser celebradas. Está Eileen Gu, una modelo adolescente de San Francisco que ganó medallas de oro y capturó el cariño de su país adoptivo, China, antes de comenzar a estudiar en Stanford este año. El patinador artístico Nathan Chen y la ‘snowboarder’ Chloe Kim siguieron sus sueños de ganar el oro para Estados Unidos. Una patinadora de velocidad holandesa se convirtió en la primera persona en ganar una medalla de oro individual en cinco Juegos Olímpicos y, a los 35 años, en la medallista de oro de mayor edad en su deporte.

Es difícil no sentirse ambivalente al respecto. Tal vez eso no sea justo para los atletas, que han trabajado toda su vida para competir en los Juegos Olímpicos. No eligieron este momento, este conjunto de crisis superpuestas o al país anfitrión, al igual que la mayoría de nosotros no hemos elegido los legados problemáticos que hemos heredado. Todos estamos saliendo del paso.


–Glosado, editado y traducido–

© The New York Times