PPK: Historias dos veces contadas, por Esteban Valle Riestra
PPK: Historias dos veces contadas, por Esteban Valle Riestra

Las campañas exitosas cuentan una buena historia, explicaba en una entrevista reciente el estratega electoral estadounidense Mark Mckinnon. Tomando esta frase, la historia de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) en esta campaña alcanza a ser el relato de un capitán viejo y ajado que evitó milagrosamente el naufragio.

No es una alegoría a un país que debía ser rescatado en menos de 24 horas, sino a su propio partido. Y se trata de un relato inconcluso que encierra cierta ironía: para llegar a la presidencia, PPK deberá navegar contra su propia marea.

Es la historia de un desastre que se advertía en febrero y que logró ser esquivado. La ola morada de Julio Guzmán salpicaba, pero sus socios se debatían entre atacarlo o ignorarlo y confrontar a Keiko Fujimori. 

Ante las discrepancias, inercias y un magro 6,8% el asesor cubano Mario Elgarresta se retiró gruñendo que jamás en su vida “había experimentado tanta tontería e inexperiencia en una campaña presidencial”. El golpe de suerte llegó con la exclusión de Guzmán y César Acuña a mediados de marzo. Cerca de perderlo todo, PPK amaneció en el segundo lugar y con el viento a favor. 

Sería mezquino no reconocer el terreno ganado con angustia en la primera vuelta por PPK. Del 18,5% logrado en el 2011 subió a 21%. Pero sus resultados sobre el terreno dieron una sensación de ‘déjà vu’ repitiendo la campaña anterior. En el mapa su victoria es nuevamente casi invisible: salvo por Arequipa, Yauli (Junín) y Mariscal Nieto (Moquegua), ninguna otra provincia se pintó de sus colores.

La historia de la primera vuelta también ha desnudado las limitaciones de sus acompañantes. Desde el principio, PPK hizo una apuesta arriesgada. 

Para esta elección, decidió prescindir de una maquinaria política privilegiando la lealtad sobre la conveniencia: descartó las alianzas, apostó por resucitar a los ppkausas. Así, salvo por sus jales peruposibilistas, los tecnócratas en su entorno, plancha y lista son predominantes. 

Su arrastre ha sido limitado: de 12 congresistas en el 2011 solo aumentaron a 18. Al interior del partido son mirados con recelo: son personajes con experiencia, aunque sin oficio político, precisamente en lo que el fujimorismo lleva la ventaja. Más aun, en esta instancia se muestran timoratos al momento de confrontar a la opción política con la que en algún momento coquetearon. 

Ante la ausencia de una maquinaria, la “derecha tecnocrática” depende de un buen narrador. En la primera vuelta, Julio Guzmán tuvo éxito al construir el mito de la antorcha morada contra los dinosaurios, pero su ficción fue sobrepasada por la realidad jurídica. 

Con la irrupción de Verónika Mendoza, PPK logró venderse al elector como la única opción viable ante la amenaza de una izquierda que calificó de “chavista”. Para ganar en junio, polarizar la elección entre el fujimorismo y sus antis, como hicieron Alejandro Toledo y Ollanta Humala, es el guion previsible ante un clivaje que toma forma y se consolida.

Sus principales cuadros políticos (Juan Sheput y Carlos Bruce) maduraron en la lucha contra la dictadura y se formaron en el gobierno de Toledo. Con ellos, PPK “tendrá que ponerse la vincha”, pero para tomar este rumbo deberá franquear el hecho de haber apoyado a su contrincante en la segunda vuelta anterior y apelar al voto de quienes renegó. 

Pese a la victoria, el tránsito de la Alianza por el Gran Cambio a Peruanos por el Kambio encierra la ironía de tener que seguir cambiando para ganar. El desenlace de la elección tampoco escapará llegar a ser una historia que se repite; como titularía Nathaniel Hawthorne, una historia dos veces contada. Pero una buena historia puede superar toda ironía.