En 1952 la campaña de ‘Ike’ Eisenhower en Estados Unidos instauró el dominio de la televisión como el medio de mayor impacto en la política. Con eso, se acentuó el carácter dramatúrgico de la política, que se convirtió en una puesta en escena permanente, sometiéndose a ciertos códigos del espectáculo masivo.
Así, los políticos, llamados “actores” en los tiempos recientes, y sus partidos trasladaron la parte más impactante de la actividad partidaria a los medios de comunicación (y en los últimos diez años, a las redes sociales).
Los políticos profesionales saben que deben interpretar a los personajes que han creado para competir en elecciones (comunicación política electoral) o ejercer el poder después de ganar elecciones (comunicación política institucional).
No diría que está bien ni que está mal, simplemente es así. En las democracias contemporáneas, para esa construcción dramatúrgica de los personajes de la política, se usa un conjunto impresionante de instrumentos de márketing político para impactar y regular las actitudes y conductas de los ciudadanos.
Por eso, en la segunda mitad del siglo pasado emergieron con ímpetu los asesores políticos en Estados Unidos, hasta ponerse de moda en todas las democracias contemporáneas, desplazando a un segundo plano a los políticos que rodean a los candidatos y autoridades elegidas, quienes saben de política pero no pueden satisfacer la necesidad de éxito en la opinión pública para sus jefes.
¿Qué ha pasado con la comunicación política institucional durante los primeros cinco meses de gobierno de Pedro Pablo Kuczynski (PPK)? Se trata del presidente peruano menos cuestionado en los últimos 30 años, pero la construcción de su imagen presidencial no puede lograrla solo con su buen perfil personal y profesional, pues requiere de un mayor despliegue estratégico, táctico y político, que ni él ni una estrategia explícita buscan conseguir.
Hasta hoy, un conjunto de sus actitudes y conductas ha tenido mucho impacto en la ciudadanía. El presidente Kuczynski ha proyectado continuamente una imagen personal de transparencia y profesional de eficiencia, a la vez que ha buscado conectarse con la población mediante ciertos gestos (como bailes extraños o sonrisas), lo cual le funcionó en un inicio, pero hoy no le basta para impedir una pronunciada caída de popularidad en las encuestas.
En consecuencia, con esta exposición permanente y sin una estrategia clara, la posibilidad de crear una imagen presidencial sólida ha sido desplazada por la imagen de debilidad y falta de liderazgo, que no ha podido contrarrestar por la división de su bancada en el Congreso y por las marchas y contramarchas en sus gestos políticos (los que, además, parecen estar en el aire, sostenidos por su forma de ser y no por un soporte político e ideológico de cuadros que no tiene). Así, diversos congresistas oficialistas y ministros de Estado han tenido que salir a los medios de comunicación en reiteradas oportunidades para explicar las frases del mandatario.
PPK está cayendo en la crónica pérdida de popularidad de los presidentes peruanos, que luego de cortas lunas de miel con los ciudadanos caen en manos de la impaciencia popular que se une a la acción de los opositores y la prensa, pero que se alimenta de los errores propios.
En estos meses se ha producido cierto desgaste de la imagen de Kuczynski, que además de afectarlo puede dañar la gobernabilidad misma. Tener una oposición mayoritaria en el Congreso no le deja respirar tranquilo, pero tampoco sabe cómo tratar con ella.
El reto del mandatario, entonces, está en el ámbito político. Requiere una mayor coherencia que lleve a una conducción eficiente del gobierno, y a la formulación de una estrategia de comunicación que apunte a asegurar la gobernabilidad.