Eduardo Morón

A nadie le gusta pagar por un servicio que siente no ha utilizado. Piensen en la membresía al gimnasio que uno paga con entusiasmo antes de empezar el verano pero que luego cuando tienes que empezar a ir y sudar para estar en forma uno prefiere quedarse un rato más en cama. Algo parecido le pasa a la gente con los que sirven de garantía por si algo pasa, pero al final de la vigencia del contrato, reclaman porque “no lo usaron” a pesar de haberlo pagado. Claramente no se está entendiendo la naturaleza de los seguros.

Los seguros permiten que ocurran transacciones financieras y si no existieran, éstas serían muy diferentes.  En esa línea, un reciente proyecto de ley sugiere que el mercado de créditos funcionaría mejor si se obliga a devolver las primas del seguro de a aquellos clientes que pagaron todo su crédito y (literalmente) no fallecieron en el intento. ¿Cuál es la justificación?  Dice que “no lo usaron”.

En seguros existe un principio básico que es el fundamento de su existencia: se llama la mutualidad.  Partimos de la base que la probabilidad de que a un colectivo de personas que enfrenta un riesgo le pase algo malo a todos a la vez es un evento muy pero muy remoto, entonces puedo cubrir la ocurrencia de ese evento ofreciendo una indemnización que saldrá de los aportes de cada uno de los miembros de dicho colectivo.

Por ejemplo, si tengo mil personas dueñas de un auto que en promedio cuesta 10 mil dólares, les puedo ofrecer que, si cada uno paga 100 dólares por año, les repondré el auto a quien sufra el robo de su auto. Si uno pagó los 100 dólares está recibiendo el servicio que consta en la garantía de reponer un auto nuevo si me roban el que tenía. Si a uno no le roban el auto, no va a salir a pedir que le devuelvan los 100 dólares, debe agradecer que en esta ciudad no le han robado el auto.

Exactamente pasa lo mismo con el seguro de desgravamen, una garantía que te exige el banco para prestarte dinero porque ellos se aseguran, que en el caso fortuito de que uno fallezca, alguien (en este caso la compañía de seguros) pagará su deuda pendiente.

Imaginemos por un lado que estamos en la hora loca en el Congreso y este proyecto de ley se aprueba a pesar de ser un desatino. Pensemos un rato que harán las instituciones financieras que quieren satisfacer la demanda de créditos pero que ahora no tienen como financiar la cobertura por fallecimiento, porque las compañías de seguros son alejadas de ese mercado.

Ahí entramos en dos escenarios extremos: el primero donde las entidades financieras tendrían que agregar al crédito un cobro que se llamaría: “comisión por si falleces”; y el segundo, el más interesante para nuestros legisladores, las entidades financieras no pueden agregar ningún costo adicional ¿Qué sucedería? las instituciones financieras tendrían que exigirles a los que van a pedir un crédito por X soles, depositar en una cuenta esa misma cantidad, lo que resulta ilógico, o poner como garantía activos liquidables (propiedades, etc.) por una suma parecida a nombre del banco/financiera/caja o como se llame tu entidad favorita.

Si se trata de una persona o empresa que no tiene esos activos extras que además deben estar en regla, y que podría poner en garantía para obtener un nuevo crédito, simplemente queda afuera del mercado crediticio formal y se te empuja hacia el mercado informal de créditos, ese que te cobra con métodos delincuenciales, que te extorsiona.

Es decir, la norma, lejos de favorecer a las grandes mayorías, es un torpedo financiero a las posibilidades de crecimiento de pequeñas empresas, es un pedazo de metal en la mochila que cargan las familias que aspiran a una vida con más activos: el auto nuevo, la vivienda propia, etc. A veces, no nos damos cuenta de que hay ideas con buenas intenciones que salen de la fábrica de malas ideas por las consecuencias no intencionales tan desastrosas para los más vulnerables.

Eduardo Morón Presidente de Apeseg (Asociación Peruana de Empresas de Seguros)