El nuevo Terminal Portuario Multipropósito de Chancay, ubicado a 80 km al norte de Lima, es el megaproyecto portuario más ambicioso desarrollado en el Perú. Con una inversión de US$3.400 millones, financiada por capitales chinos y peruanos, este puerto promete ser un motor de crecimiento económico, fomentando el comercio entre Asia y Sudamérica y generando cerca de 10.000 empleos. Sin embargo, mientras se vislumbra como una gran oportunidad para el país, también se perfila como un terreno fértil para el crimen organizado, a menos que se adopten medidas de seguridad eficaces y oportunas.
Todos los puertos del mundo, incluso los europeos más modernos y activos, son asediados por redes criminales. Ello debido a que son pivotes logísticos ineludibles para el comercio global de mercancías controladas e ilegales. Por ello, el puerto de Chancay presenta varios factores de riesgo, que generan oportunidades para el crimen organizado.
El primero y tal vez el más alarmante es el riesgo asociado con el tráfico de cocaína. Con un aumento considerable en la producción y exportación de cocaína en el Perú, el nuevo puerto puede convertirse en un punto neurálgico para la exportación de cocaína. O la importación de fentanilo para abastecer a la región. Los puertos son conocidos por ser vulnerables a este tipo de actividades y, Chancay, con su capacidad para manejar un gran volumen de carga, no es la excepción. El riesgo se ve agravado por los casos ya documentados de incautaciones de drogas en otros puertos peruanos.
El contrabando es otro riesgo significativo. La práctica de “preñar” contenedores, es decir, ocultar mercancías dentro de contenedores legales, es una táctica común que podría proliferar en Chancay. Dada la porosidad de las fronteras peruanas y la ubicación estratégica del puerto, podría convertirse en un punto crítico para el ingreso y salida de mercancías bajo esta modalidad.
El robo de contenedores es también una preocupación importante. La falsificación de documentos y el uso de tecnologías para eludir la seguridad en otros puertos peruanos, así como los asaltos en el camino, demuestran la capacidad de los delincuentes, lo que sugiere que el nuevo puerto podría enfrentar desafíos similares.
Además, el desarrollo económico y demográfico que acompaña al proyecto portuario puede llevar a un aumento en los delitos predatorios (asaltos, secuestros, extorsiones), aprovechando la precaria seguridad en las áreas en desarrollo. En este punto, la extorsión a comerciantes es una enorme área de preocupación que ya afecta el norte chico del país (donde por año se han concentrado las tasas más altas de homicidio por habitante). Con el aumento del valor de las propiedades y el florecimiento de nuevos negocios alrededor del puerto, es probable que se incrementen los riesgos de extorsión, una práctica ya prevalente en otras partes de la costa peruana.
Para contrarrestar estos riesgos, se requiere un enfoque de seguridad multifacético. Es crucial reforzar la seguridad física y tecnológica del puerto y fomentar la cooperación entre agencias de seguridad nacionales e internacionales. Implementar sistemas de vigilancia y seguimiento de contenedores ayudará a prevenir el contrabando y el tráfico de drogas. Pero, sobre todo, es urgente el emplazamiento táctico y operativo de las agencias de seguridad y de justicia en el puerto, con capacidades a la altura del megaproyecto portuario que Chancay significa.
Si no se toman las medidas a tiempo, dadas las circunstancias, el puerto de Chancay representa una dualidad de oportunidades. Por un lado, es una promesa de prosperidad económica y desarrollo para el Perú; por el otro, sin las medidas de seguridad adecuadas, puede convertirse en un caldo de cultivo para el crimen organizado, no solo en el Perú, sino en toda la región. Sin la previsión adecuada, podríamos transitar a ser el ‘hub’ logístico del crimen organizado en la región.
Ecuador, en particular Guayaquil, ya nos dio la clarinada de alerta sobre lo que puede pasar si un puerto es descuidado y dejado en manos del crimen organizado. Si consideramos la eficacia que pueden tener las medidas de respuesta del presidente ecuatoriano Daniel Noboa, Chancay (y otros puertos más, en especial al norte de país) pueden resultar alternativas altamente atractivas para estas organizaciones criminales.
La clave está en reconocer y mitigar estos riesgos a tiempo, asegurando que el puerto sirva como un faro de progreso y no como un puerto de entrada y salida para actividades ilícitas. En última instancia, el éxito de este megaproyecto dependerá tanto de su capacidad para fomentar el comercio y el empleo como de su eficacia en prevenir y combatir el crimen organizado.