"La implementación de estas medidas requerirá el concurso de todos los involucrados: el gobierno central, los comerciantes y sus directivas, las autoridades municipales, los consumidores finales y las organizaciones de base barriales".
"La implementación de estas medidas requerirá el concurso de todos los involucrados: el gobierno central, los comerciantes y sus directivas, las autoridades municipales, los consumidores finales y las organizaciones de base barriales".
Ricardo Fort  Alvaro Espinoza

A principios de abril, alertábamos en estas páginas sobre el alto riesgo de que los mercados de abasto se convirtieran en focos de contagio del COVID-19.

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Hoy sabemos que en el, uno de los más concurridos de Lima, más del 20% de los comerciantes están infectados con el virus. Lamentablemente, no hay razón para pensar que esta es una excepción, y lo más probable es que dicha situación se esté replicando en muchos mercados de la ciudad, en particular en las zonas donde hay gran concentración de venta minorista (ver mapa). En tal sentido, urge tomar medidas inmediatas para evitar que los mercados, un espacio fundamental de la ciudad, sigan actuando como focos de transmisión.

Las manchas representan las zonas con mayor concentración de venta minorista de alimentos en Lima (las manchas en rojo son las de mayor densidad de puestos). La flecha indica la ubicación del Mercado Caquetá)

El primer nivel de intervención concierne al sistema de comercialización de como tal: todas las madrugadas, los mercados mayoristas (Santa Anita, Mercado de Frutas, Terminal Pesquero) congregan a miles de comerciantes minoristas, quienes luego se reparten por todos los rincones de la ciudad. El evidente riesgo que esta dinámica implica vuelve urgente la adopción de medidas extraordinarias de control y prevención en los mercados mayoristas—incluyendo pruebas rápidas.

Estos esfuerzos, sin embargo, tendrán un impacto limitado a menos que se reduzca el flujo de compradores a dichos espacios. Para lograr esto, pueden promoverse acciones en dos sentidos: por un lado, se debe facilitar el transporte de productos de los mercados mayoristas a los minoristas, un servicio que podrían, por ejemplo, realizar los mismos camiones que traen productos del interior del país; por otro lado, se necesita promover las compras conjuntas de los comerciantes de un mismo mercado minorista, lo que además de reducir su exposición a las aglomeraciones de los centros de abastos mayoristas, también disminuiría sus costos de comercialización.

Adicionalmente, resulta conveniente retrasar la hora de inicio del toque de queda para que los mercados, supermercados, farmacias y bancos puedan ampliar sus horarios de atención, e incluso reducir su aforo máximo, evitando así las aglomeraciones de gente en estos establecimientos.

Un segundo ámbito de intervención es el control de las actividades al interior de los mismos mercados para reducir aglomeraciones y mantener la higiene: reducir el aforo máximo permitido, liberar los pasillos para contar con más espacio de circulación, establecer una única puerta de ingreso, instaurar desinfecciones periódicas, uso de mascarillas y guantes obligatorio para comerciantes, alcohol (o agua y jabón) en las puertas, regulación de distancia en las colas de ingreso.

Estas medidas pueden ser complementadas con información oportuna que permita a los clientes del mercado identificar y evitar ‘horas punta’, donde las aglomeraciones y el tiempo de compra son mayores. Herramientas como “horarios populares”, de Google Maps podrían mejorarse y adecuarse a mercados tradicionales, o se puede utilizar información de conexión a antenas de celulares en los alrededores de estos establecimientos para reportar diariamente horas de mayor aglomeración.

Finalmente, un tercer conjunto de acciones podría orientarse a lograr que menos personas acudan diariamente a los mercados—lo cual ayudaría, además, a incrementar la eficacia de las medidas anteriores. Por un lado, se puede promover la adopción de mecanismos e instrumentos que permitan a los hogares hacer pedidos directos al mercado, o a puestos específicos (vía teléfono, whatsapp, o alguna aplicación móvil especial). Estos pedidos podrían ser recogidos luego por los clientes, o entregados en los hogares por un sistema de delivery implementado por el mercado o por terceros.

Yendo un paso más allá, debe considerarse la posibilidad de fortalecer y apoyar organizaciones locales como los comedores populares, que pueden, una vez más, producir y distribuir menús de bajo costo en las zonas de mayor vulnerabilidad, reduciendo así la necesidad de estas familias de acudir a los mercados a diario, e incluso su inversión en alimentación.

La implementación de estas medidas requerirá el concurso de todos los involucrados: el central, los comerciantes y sus directivas, las autoridades municipales, los consumidores finales y las organizaciones de base barriales. Es cierto que existen debilidades estructurales en estas cuatro instancias—pero también es cierto que en tiempos de crisis, que no son ajenos a los peruanos, siempre hemos sabido salir adelante a punta de organización espontánea, solidaridad y creatividad.

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