Carlos Meléndez

Ser un político ‘amateur’ y radical es la peor combinación posible para dirigir un país que arrastra una crisis institucional desde el 2016. Más aún, si busca –como – enfrentar a un ‘establishment’ que, aunque desprestigiado, aún contaba con reflejos y recursos para resistir. El parte de defunción política del expresidente debería registrar la necropsia correcta: no cae por comunista, chavista ni terrorista, sino por corrupto, y por buscar evadir la justicia cruzando los linderos que separan a los demócratas de los golpistas. El profesor fue, por corto tiempo, afortunadamente, un dictadorzuelo tan improvisado como fallido.

Con la sucesión constitucional de hemos ganado oxígeno, pero no la salvación. En primer lugar, la primera presidenta de nuestra historia tiene que pactar con las mismas bancadas que se pusieron el sombrero. Se mantienen el cerronismo, los ‘niños’, Betssy, Bermejo y su compañía. Se ha sellado un “nos quedamos todos menos el profe”. Consecuentemente, la impopularidad del Congreso puede corroer la frágil legitimidad de la nueva jefa del Ejecutivo. Mientras Lima celebra, el telúrico sur andino espera una nueva y precipitada tabula rasa. Por ello, es obligatorio advertir un primer riesgo: que la flamante presidenta caiga en la tentación populista propia de otra política ‘amateur’, cuya mayor virtud –antes de la fortuna electoral del 2021– había sido presidir un club provincial.

Se espera, sin embargo, un “gabinete de ancha base” que incluya a sectores tecnocráticos, opinológicos y cabilderos que le garanticen al ‘establishment’ su cuota en las decisiones del nuevo . Pertenecer a la casta caviar sería suficiente señal para tranquilizar a los mercados, al dólar y a Julio Velarde. Pero no nos engañemos, un gabinete “de todas las sangres” no hace una primavera democrática. Pasar del cuoteo sindical al cuoteo políticamente correcto no resuelve la dificultad de fondo: la costumbre del mal menor.

Votar “en contra de” (y no “a favor de”) genera un serio problema de representación: el compromiso con el candidato elegido termina inmediatamente cuando el objeto de las antipatías es derrotado. Revisemos qué tienen en común los cortos gobiernos de Kuczynski y Castillo: el apoyo circunstancial, cortoplacista y conveniente del antifujimorismo. Nada garantiza que, nuevamente, el conductor caviar elegido (Del Solar, Cateriano, Vásquez, Landa, siguen firmas) termine saliendo de la PCM con más pena que gloria, pero con el consuelo de un comunicado de desagravio de su entorno.

Para sobrevivir Boluarte no necesita un premier tecnócrata progresista, sino uno que tenga calle y carretera, pero sobre todo cable a tierra. Alguien que le permita conectar con la representación del mundo popular y, sobre todo, regional. En ese sentido, y ante un Congreso populista incólume, desprestigiado, objeto de las iras de un país desigual, la presidenta debería buscar apoyo en los gobernadores recientemente elegidos que, en unos días, asumirán funciones y tendrán, como ella, un período de luna de miel. La Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales puede así convertirse en el pilar de su sobrevivencia política antes de que la corrupción subnacional gane por puesta de mano. Se necesitan más reformas descentralistas que políticas para reinstitucionalizar el país.

Pero no nos distraigamos con lo urgente y mantengamos la mirada en lo importante. Hoy en día los dos riesgos mayores a la economía de mercado son: una asamblea constituyente y Antauro Humala. Cualquier error de cálculo podría ser fatal, sobre todo si estamos corriendo al borde de la cornisa. En primer lugar, tanta reforma constitucional y modificaciones normativas han contribuido a socavar la autoridad de la Carta Magna de 1993. Siéntese en el sofá del amable televidente que luego de ver desfilar por el cable a decenas de interpretaciones constitucionales concluye que la Carta Fundamental es desechable. A las, dizque, razones económicas con las que azuza la izquierda, se suma el involuntario desgaste constitucional promovido por los “candados” de la derecha. En segundo lugar, y de forma complementaria, Antauro Humala se frota las manos mientras recorre el país prometiendo convertir la ira en revancha. Tiene cómo: antauristas. Esos fieles seguidores que echó de menos Castillo cuando miró desde la ventana de Palacio hacia la Plaza Mayor por última vez.

Carlos Meléndez es socio fundador de 50+1 Grupo de Análisis Político