Hace un poco más de 100 años, en el marco de las elecciones presidenciales en Estados Unidos entre Warren G. Harding y James M. Cox, una estación de radio con licencia en Pittsburgh, Pennsylvania, transmitía por primera vez una cobertura electoral. Un hito sin precedentes: información de servicio público y actual.
Mucha agua ha corrido bajo el puente y hoy, en plena era digital, cuando las nuevas tecnologías concentran cada vez más la atención de las audiencias, la radio sigue teniendo una vigencia y credibilidad excepcionales. Con un notable 85% de población calificándola como el medio de comunicación más confiable del país (Arellano, 2023), la radio sigue siendo un pilar fundamental en la difusión de información y en la vida cotidiana de sus ciudadanos.
El desarrollo de los medios de comunicación de un país está condicionado por su economía, política y desarrollo de infraestructura (conectividad). Es así que, en el Perú, donde la integración territorial y la conectividad son una promesa no cumplida, la radio ocupa un lugar preponderante en la vida de todos los peruanos. La accesibilidad de este medio de comunicación, potente y de bajo costo, ha permitido conectar a las comunidades más remotas de nuestro país.
Según números del Consejo Consultivo de Radio y TV del Ministerio de Transportes y Comunicaciones (Concortv), en nuestro país existen 8.600 licencias de radiodifusión, 2.265 estaciones de TV y 6.335 de radio. Las regiones con más estaciones de radio son Cusco, Cajamarca, Puno, Áncash y Lima. Cusco tiene 560 estaciones, seguida por Cajamarca con 492 y Lima con 427.
Qué duda cabe de que la radio tiene un valor democrático, llega donde el Estado no, le da voz a los que no la tienen, entretiene y acompaña a todos sin distinción. La radio es un arma de inclusión de minorías, inmigrantes y poblaciones desatendidas.
Pero cantidad no es calidad. Si investigamos con algo de profundidad las protestas sociales del año pasado, nos daremos con la sorpresa de que las radios locales jugaron un papel preponderante en la excitación a la población y en la transmisión de información que no se ajustaba a la realidad, haciendo eco de una cantidad de información falsa transmitida por las redes sociales. Cabe señalar que el 96% de esas licencias de radiodifusión no tiene código de ética presentado al MTC.
El gran desafío se encuentra en que las “noticias” transmitidas por grupos de WhatsApp o de Facebook vienen de lo que uno considera una fuente confiable: el hijo universitario, el cuñado que sabe mucho o el amigo que es gerente de una gran empresa. Ante la masa imparable de información falsa que nos traen las redes sociales, los medios de comunicación tienen la gran tarea de enseñar a sus audiencias a contrarrestar la información que reciben y los gobiernos deben actuar multisectorialmente desde la educación, la tecnología y la ciencia para fomentar el aprendizaje de una conciencia crítica.