Cada 15 de mayo celebrábamos en El Comercio el cumpleaños de Aurelio Miró Quesada Sosa, quien lamentablemente nos dejó en 1998. Imposible olvidar a nuestro ilustre director en el Diario y colega en la Academia Nacional de la Historia. Eran proverbiales, y hasta diría incomparables, su ecuanimidad en el juicio, su prudencia en la palabra y el sosiego señorial en sus actitudes. Quienes lo conocimos cercanamente en el trabajo periodístico y en el quehacer académico lo tenemos como inolvidable referente.
El año 1945, hace exactamente siete décadas, fue muy importante en la trayectoria personal e intelectual de don Aurelio. Contrajo matrimonio con la bella y gentil Elizabeth Martens y publicó dos libros dedicados a personajes que fueron entrañables para él: su abuelo José Antonio Miró Quesada y el Inca Garcilaso de la Vega.
En 1945 se cumplía el centenario del nacimiento de José Antonio Miró Quesada, que tuvo lugar en Panamá el 15 de enero de 1845, y por ello se decidió publicar un libro que don Aurelio tenía ya casi listo desde hacía mucho tiempo. La figura de su abuelo despertaba en él una verdadera devoción y no exagero en el adjetivo. Precisamente la idea de escribir su biografía surgió a raíz de las diarias visitas que don Aurelio le hacía todas las tardes en su casa del Paseo Colón. Allí se forjó una suerte de silente complicidad entre el abuelo y el nieto sobre la finalidad de esos diálogos, y don José Antonio iba narrando cronológicamente la historia de su vida que don Aurelio retenía en su prodigiosa memoria y, al regresar a su casa, volcaba en el papel.
En 1995, por el sesquicentenario del nacimiento de don José Antonio, el doctor Aurelio decidió reeditar la biografía de su abuelo. Me encargó que cuidara la edición y grande fue mi sorpresa cuando me entregó un ejemplar donde solo había hecho dos correcciones tipográficas. No había efectuado cambio alguno. Esa fue una de las cosas que más admiré en don Aurelio. Cuando él redactaba un texto, quedaba impecable desde su primera versión. Algo más. La elegante prosa de sus libros iniciales como “América en el teatro de Lope de Vega”, “Vuelta al mundo” y “Costa, sierra y montaña” no difiere de la que luce en sus libros de las décadas de 1960 y 1970, que fueron muy fecundas en su producción bibliográfica.
El otro libro de 1945 fue el primero que dedicó a la biografía y obra del Inca Garcilaso de la Vega, con el cual ganó el Premio Nacional de Fomento a la Cultura Manuel González Prada. Con el transcurso del tiempo, don Aurelio siguió investigando sobre nuestro más ilustre mestizo en repositorios nacionales, de España y otros países. Ya en 1948 publicó en Madrid una edición considerablemente aumentada de su libro limeño. En 1971, también en Madrid, apareció “El Inca Garcilaso y otros estudios garcilasistas”, grueso volumen que, sin duda, lo situó como uno de los más eminentes especialistas en dicho tema. Hasta el final de sus días siguió trabajando sobre Garcilaso y su labor definitiva está en el libro que forma parte de sus “Obras completas”. En la oficina que ocupó por muchos años hay ahora un estupendo retrato de don Aurelio, mas también estará siempre presente en la memoria de quienes lo admiramos.