Una educación de calidad es una condición necesaria para superar la pobreza y lograr mayor inclusión social. Por ello, los Objetivos de Desarrollo Sostenible asumen que la educación no es solo un fin en sí misma, sino también un medio para alcanzar una agenda mundial para el desarrollo.
El país avanza en ese sentido con la reforma educativa. Es gratificante constatar el esfuerzo continuo del sector Educación que se traduce en avances importantes como la revalorización de la carrera docente; las mejoras en gestión, infraestructura y equipamiento; y la reforma de los aprendizajes. Por otra parte, los desafíos son muchos. Uno de ellos es precisamente lograr que los aprendizajes contribuyan con la realización personal de los estudiantes; es decir, con la construcción de ciudadanos con autonomía, autogobierno e identidad propia, en concordancia con la Agenda de Desarrollo Post-2015 y los fines propuestos en la Ley General de Educación (28044).
La reforma de los aprendizajes tiene el objetivo de identificar aquellas competencias y capacidades que son pertinentes para lograr que los estudiantes apliquen las ciencias y las tecnologías con soltura; usen la lógica y la matemática para diseñar soluciones; la comunicación y el arte, para expresarse; y se preparen para actuar en la vida con ética, autonomía y seguridad; entre otras. En este contexto, la educación sexual es una oportunidad para brindar herramientas que permitan a los estudiantes prepararse para la vida, incluyendo la toma de decisiones con relación a su sexualidad, en sintonía con lo que quieren, sueñan y esperan de la realidad. No obstante, integrar la educación sexual en el currículo sigue siendo un desafío.
Ello se refleja en la demanda de estudiantes y padres de familia. Datos inéditos de una encuesta aplicada por Imasen a escala nacional urbana (2013) muestran que ocho de cada diez estudiantes entre 14 y 18 años no se sienten preparados para vivir una sexualidad saludable, lo que incrementa el riesgo de enfrentar tempranamente la maternidad, ser víctimas de abuso sexual o adquirir una infección de transmisión sexual con serias implicancias para su realización personal y su contribución al desarrollo del país.
Según la misma encuesta, el 98% de la población afirma que la escuela debe contribuir al desarrollo de capacidades para que los estudiantes vivan su sexualidad de manera plena y responsable, y el 93% de estudiantes considera que la escuela debe brindar educación sexual. Otro sondeo, desarrollado por el Ministerio de Justicia (2013), reporta que el 60,8% de los encuestados considera que los adolescentes deben recibir educación sexual.
El Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), como organismo que brinda cooperación técnica al Gobierno Peruano para proteger el derecho de adolescentes y jóvenes a desarrollar su potencial, confía en que el currículo nacional incorpore aprendizajes que son cruciales para dotarlos de competencias y capacidades para cuestionar prejuicios, cuidar su cuerpo, revertir la discriminación y el maltrato, actuar con asertividad, tomar decisiones informadas y establecer relaciones constructivas. Es decir que se incluya la dimensión de la sexualidad entendida como la formación integral de hombres y mujeres, a lo largo del proceso de desarrollo, preparándolos para la vida.