Veamos algunas medidas que se presentan como pilares de la supuesta reforma educativa en marcha. Comencemos por la política pedagógica: hasta hoy ha producido solo el primer capítulo de un currículo nacional para la educación básica sin contenidos de aprendizaje, sin profesores capacitados en su manejo y sin plazas para docentes especializados que enseñen en las escuelas públicas de primaria las áreas –tan publicitadas– de inglés, arte y educación física. Es más, hay una creciente recentralización de la gestión educativa, habiéndose generado un aparato paralelo –desde Lima, de recursos técnicos y humanos– a los de las direcciones regionales y de UGEL.
En los últimos dos años se han desarrollado algunas evaluaciones magisteriales, pero no hay ningún profesor en la séptima y octava escalas, solo se ha nombrado a 8 mil docentes y se mantiene a casi 100 mil contratados fuera de la carrera. Siempre he apoyado los programas de becas y los COAR porque premian a estudiantes destacados de escasos recursos con una formación de buen nivel, pero de ahí a colocarlos como el centro de una gran transformación que avanza hacia la calidad para todos y todas hay mucha distancia. De cerca de 2 millones de alumnos de la secundaria pública (inversión S/3.300 cada uno) se benefician solo 4.350 en los COAR (S/28 mil c/u). Para becas se invierten alrededor de S/1.000 millones y para más de 45 universidades públicas se invierten alrededor de S/4.000 millones, de los cuales cerca del 50 % son ingresos propios.
Se afirma que la universidad está transitando por una gran reforma. No se puede desconocer que era y es necesario tener una nueva legislación y una política educativa que permita tener buenos egresados, transferencia científica y tecnológica e investigación. Para ello corresponde mejorar el talento docente e investigativo con buenos haberes, una gobernanza eficaz y ética, así como los recursos para favorecer condiciones suficientes de educabilidad en las universidades públicas. ¿Esto está en camino? ¿Hay alguna iniciativa en esta direccionalidad? Lo que ha ocurrido es una centralización del mejoramiento de la calidad educativa universitaria en la creencia (errónea por cierto) de que la alternativa es la existencia de un órgano interventor y sancionador dependiente del Ministerio de Educación. Es indispensable fortalecer la universidad pública y promover la iniciativa privada en una educación de calidad, generando, entre otros, cambios a la actual Ley Universitaria para avanzar en una perspectiva de excelencia con autonomía. De ninguna manera para volver a la ANR, pero tampoco para mantener la actual sujeción de la Sunedu al Ministerio de Educación.
Un indicador clave de una reforma educativa de calidad es el referido a los resultados de aprendizaje. Se afirma como un logro del gobierno de Humala (incluyendo la gestión de Saavedra) la mejora de los aprendizajes de lectura y matemática en segundo de primaria. Lo que llama la atención es que esta mejora no tenga ningún impacto en el progreso de los alumnos unos grados más adelante. Y es que los niveles de logro de los alumnos de segundo grado de secundaria son muy preocupantes. Según la evaluación del Minedu 2015, en lectura solamente 15 alumnos de cada 100 logran rendimiento significativo (dos en los colegios rurales). En matemática solo 10 alumnos de cada 100 (dos en los rurales).
El ministro Saavedra ha retomado, con pertinencia, varios programas que su predecesora, la ex ministra Salas, desactivó .Ha conseguido que el presupuesto educativo sea el 3,8% del PBI al 2016, aunque para el 2017 solo llegaría al 3,7%. Y ha continuado aplicando medidas de política que –con las correcciones que correspondan– deben proseguir en una perspectiva de cambio y continuidad, como por ejemplo: Beca 18, el programa de inglés, la reforma magisterial, los COAR, la Jornada Escolar Completa y el incremento de la cobertura en inicial.
Me parece que la prédica desde hace un buen tiempo, y aun más ahora, en el sentido de que durante los tres años de la gestión del actual ministro de Educación se ha puesto en marcha una gran reforma educativa no tiene su correlato con la realidad. Una reforma exige el diseño y ejecución de un plan educativo integral y sostenido, con objetivos, políticas, medidas, metas y estrategias que impliquen cambios efectivos y favorables en los indicadores y factores inherentes a la calidad y equidad del sistema educativo nacional.