En muchas partes del mundo, la naturaleza de la democracia sufre cuestionamientos. Diversos ciudadanos la juzgan insuficiente para ofrecer soluciones adecuadas a sus problemas y demandas. Separan a las instituciones representativas y las normas que consagran derechos de los efectos tangibles que esa democracia ejerce sobre su vida cotidiana, tal como lo confirmó hace poco tiempo un estudio de la corporación Latinobarómetro.
Y sin embargo, ningún otro sistema reemplaza eficazmente al de las libertades públicas, el que nace de la voluntad del pueblo, la separación de poderes y el pleno ejercicio de la libre expresión. Su contraparte solo es el autoritarismo en todas sus formas y disfraces.
Robert Dahl dice en su famoso libro “La democracia y sus críticos” que ella constituye un enunciado atractivo hasta para las más feroces dictaduras. Regímenes totalitarios también se reclamaron y aún se reclaman democráticos, aplicándose apellidos de “popular”, “social” o “participativo”. Por eso se hace más urgente fortalecer la auténtica e inequívoca democracia, empezando por sus organizaciones intermediarias que son los partidos políticos.
Me toca dirigir el Congreso de la República en el último año de gobierno del presidente Ollanta Humala. Un año electoral en el que las diversas agrupaciones alimentan sus justas expectativas de llegar al poder por el camino de las urnas. Año complejo pero al mismo tiempo desafiante para todos quienes nos llamamos demócratas pues –como es sabido– obran en manos del Parlamento nacional proyectos de ley destinados a regir con más transparencia, eficiencia y decencia los siguientes comicios generales del país.
Tales proyectos fueron remitidos por las instituciones del sistema electoral, luego de propiciar un amplio debate entre los actores públicos, académicos, periodistas y representantes de la sociedad civil. Se trata de aportes con un alto grado de consenso, una visión de largo plazo y la búsqueda de estándares universales recogidos de las democracias más sólidas del planeta. No son, por tanto, propuestas exóticas o disparatadas. Son el fruto de un Perú dialogante, capaz de autoevaluarse y hasta autocriticarse para que su orden democrático se enriquezca y refleje el sentir ciudadano.
Manifesté, en el discurso de toma de posesión de mi cargo, que el reto de la nueva Mesa Directiva del Congreso es garantizar la gobernabilidad y estabilidad del país. Señalé como temas prioritarios las iniciativas concernientes al ámbito electoral y el funcionamiento de los partidos políticos. Celebré los avances propiciados en ese sentido, como el establecimiento de la ventanilla única de antecedentes, lo cual permitirá a los partidos seleccionar mejor a sus candidatos. También la aprobación de la ley que obliga a los postulantes a consignar en sus hojas de vida las sentencias condenatorias firmes por delitos dolosos y demandas por violencia familiar.
Cabe ahora apuntalar las normas que permitan una supervisión óptima del financiamiento de los partidos políticos y los aportes a las campañas electorales. Es inaudito e inmoral que una legislación defectuosa permita la filtración de dinero ilícito a estas campañas y –lo peor– que no existan herramientas adecuadas para sancionar dicha práctica.
Asimismo, debemos consolidar la democracia interna de los grupos políticos a través de las elecciones primarias. Evitemos hacia el futuro altos niveles de deserción en las bancadas parlamentarias creando mecanismos que fortalezcan la identidad entre representantes y representados. Serán estos últimos quienes nos pedirán cuentas a los políticos que somos tributarios de un sufragio y no siempre terminamos honrándolo.
También está pendiente debatir el dictamen para hacer efectivo el financiamiento público a los partidos. Como se observa, la agenda de la reforma electoral es variada y añadiría que urgente. Antes del mes de octubre debería aprobarse, pues se enmarca en el plazo constitucional en el que el presidente de la República está obligado a convocar comicios generales y las entidades electorales a empezar a organizarlos.
Confío en que así será. Y siento que el pueblo peruano confía en que nos pongamos a la altura de esta reforma esperada.