"Antes de ser funcionario público, me interesé en la idea de los CITE y con mucho trabajo logramos volver el Citevid (Centro de Innovación Tecnológica Vitivinícola) una realidad". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Antes de ser funcionario público, me interesé en la idea de los CITE y con mucho trabajo logramos volver el Citevid (Centro de Innovación Tecnológica Vitivinícola) una realidad". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Pedro Olaechea

Estimado ex ministro Ghezzi: 

Nuevamente leo que no rescata la esencia de las ideas que planteé en mi último artículo (“”, 10/4/2018). No cuestiono el programa de los centros de innovación productiva y transferencia tecnológica (CITE) ni sus bondades. Antes de ser funcionario público, me interesé en la idea de los CITE y con mucho trabajo logramos volver el Citevid (Centro de Innovación Tecnológica Vitivinícola) una realidad. En la actualidad, es un ejemplo exitoso de cómo un CITE puede potenciar una industria. Lo que cuestiono es la redefinición de sus objetivos y cómo se ejecutaron. 

Como señalé en mi artículo anterior, me preocupa lo difícil que es conversar con empresarios de unidades productivas que fueron convencidos de que un edificio CITE trae desarrollo automático. Realizar un cambio en la matriz productiva no es fácil y no debería ser presentado de esta manera. 

Resulta, incluso, peligroso. Distinguidos políticos ya piensan que es fácil, como si con solo mover el dedo índice en forma giratoria se pudieran lograr cambios importantes. En realidad, es un proceso largo y requiere mucha gestión y atención al detalle. 

Una visión simplista sobre este proyecto le da a la “superstición” del posextractivismo una salida perfecta: los motores del cambio. Chau pesca, minería, petróleo, etc. Todo lo que se necesita para el desarrollo, según ellos, es potenciar estos pequeños e inciertos motores. 

Esta “superstición”, ya que nunca está basada en evidencia, llega incluso a negar el éxito en la política pesquera manejada por el gobierno actual. A inicios del 2017, el stock de anchoveta estaba en 7,78 millones de toneladas y a inicios del 2018, el Perú cuenta con 10,86 millones de toneladas. Un 33% superior al promedio de todas las observaciones de verano realizadas desde 1994 a la actualidad. 

¿Cómo se logró? Con trabajo, prudencia y profesionales competentes, como el equipo liderado por el ex viceministro Héctor Soldi, el equipo de Imarpe y Sisesat. Vivir en un país con pobreza y grandes brechas sociales nos obliga precisamente a prestarle atención a cada detalle, porque el dinero no es infinito y el contribuyente no es de jebe. 

Me da un enorme gusto que mencione la situación del CITE Chavimochic, un importante esfuerzo que se comenzó a diseñar con el equipo del Citevid en el 2014, año en que lo presidí. Un equipo que fue consciente de la necesidad de tener prudencia y ponerle atención –nuevamente– a los detalles. 

El diálogo entre el Gobierno y los administrados ha sido un tema tratado por la academia en el mundo, dándole diferentes nombres, entre ellos “mesas ejecutivas”. La idea se fundamenta en que el Gobierno está obligado a preocuparse por las leyes que da y su efecto sobre las personas. 

La conversación y el intercambio de ideas son importantes. Sin embargo, cuando hay la necesidad de hablar tanto, a menudo significa que hay problemas en el diseño global de las leyes. Y no quiero pensar en los espacios que podrían generarse para que personas con un tufillo mercantilista se aprovechen de estos entornos. Por eso, tal vez la mejor receta sea pocas leyes y mucha claridad en las mismas. Así, se evitarían reuniones excesivas entre ambas partes. 

De otro lado, tomo con mucha satisfacción su siguiente frase: “Justamente porque la productividad de nuestras mypes es baja se requieren CITE”. Sabía que la luz era posible y el entendimiento también. Me da un gusto enorme que vayamos poniéndonos de acuerdo. 

Si el buen sentido, la buena gestión y el interés por el detalle se hubiesen dado, le aseguro que no estaríamos discutiendo sobre el tema y se hubiese ganado mucho más tiempo.