Si se supone que Ron DeSantis es más elegible que Donald Trump, ¿por qué firmó la prohibición de la mayoría de los abortos en Florida después de las seis semanas de embarazo? Eso es maná para los conservadores cristianos que importan en las primarias republicanas, pero es un lastre para los moderados e independientes que importan después. Es un duro golpe para el argumento de DeSantis de que él es la versión de Trump que realmente puede vencer al presidente estadounidense Joe Biden.
Si se supone que DeSantis es Trump sin el drama innecesario, ¿por qué se metió en una prolongada y mortificante pelea con Disney? Sí, la empresa se opuso públicamente a su proyecto de ley “No digas gay”, y eso debe haberle molestado. Se molesta con facilidad. Y si se supone que DeSantis es el Trump del mañana ¿por qué parece tan de antaño?
Se espera que el miércoles acelere el motor y haga el anuncio oficial de su candidatura a la presidencia. Entiendo perfectamente que quiere ser el jefe de todos los jefes, eso encaja. Pero el marketing y las acciones de DeSantis no cuadran. La suya es una campaña profundamente desconcertante.
Lo que no significa que no vaya a tener éxito. Tiene posibilidades legítimas de conseguir la nominación presidencial republicana. Podría ganar la presidencia. Gobierna el tercer estado más poblado del país, fue reelegido para un segundo mandato por un margen de casi 19 puntos porcentuales, cautivó a donantes clave, recaudó grandes cantidades de dinero y goza de un amplio reconocimiento. A juzgar por las encuestas realizadas entre los votantes republicanos en los últimos meses, lo aprecian más que a cualquiera de las otras alternativas a Trump. Pero, ¿quieren los votantes republicanos una alternativa a Trump? Las encuestas no parecen indicarlo. Según la media actual de Real Clear Politics, el apoyo a Trump supera el 55% –lo que lo sitúa más de 35 puntos por delante de DeSantis–.
Existe el argumento de que los problemas legales de Trump le pasarán factura en algún momento. Pero ¡por favor! Ya ha sido acusado y declarado culpable de abuso sexual en un caso y de difamación en otro. La genialidad de sus desvergonzados trucos –decir que el sistema está amañado, que todos los que lo atacan son políticos sin escrúpulos y que él es un mártir– reside en su ilimitada aplicación y su intemporal utilidad. Hasta ahora le ha funcionado. ¿Por qué iba a dejar de hacerlo?
Pero si a los votantes republicanos se les abre de alguna manera el apetito por un plato menos carnoso que Trump, ¿sería DeSantis necesariamente? Los muchos republicanos que se unen a la caza de la nominación del partido claramente no están convencidos. A pesar de que DeSantis alardea de ser el único candidato presidencial creíble más allá de Biden y Trump, el número de contendientes sigue aumentando.
Nikki Haley, Vivek Ramaswamy, Hutchinson y Larry Elder, un locutor de radio conservador, llevan tiempo en la carrera. Tim Scott presentó su documentación el pasado viernes e hizo un anuncio público el lunes. Se espera que Mike Pence y Chris Christie se unan a la contienda en los próximos días o semanas, y tres gobernadores actuales siguen siendo posibles candidatos. Se trata de un escenario de debate potencialmente abarrotado, que pone el acento precisamente en el tipo de ímpetu que le falta a DeSantis.
La mayoría de estos candidatos están en un aprieto similar al de DeSantis. Es lo que hace que toda la contienda esté al borde de la incoherencia. Implícita y explícitamente, están enviando el mensaje de que los republicanos estarían mejor servidos por un candidato que no sea Trump, pero se lo están diciendo a un partido tan completamente transformado por él y tan totalmente esclavo de sus desplantes populistas, impulsos autocráticos, arremetidas hacia la derecha y rabia generalizada que se resisten a separarse demasiado de él. Intentan derrotarlo sin alienar a su enorme base de apoyo. Su circo los hace caminar por la cuerda floja.
Y DeSantis se ha tambaleado, una y otra vez. Al tratar de mostrar al ala derecha del Partido Republicano lo agresivo y eficaz que puede ser, se ha vuelto casi tan temible para los estadounidenses menos conservadores como lo es Trump.
© The New York Times
–Glosado, editado y traducido–