Según el Instituto Guestalt de Lima, en noviembre del 2023 se habían registrado 10.347 casos de violencia entre los alumnos en el ámbito nacional, y el ‘bullying’ fue la problemática principal. Esto trae como resultado ataques de ansiedad, problemas de aprendizaje, depresión y pensamientos suicidas. Asimismo, se duplicaron, en la primera parte del 2023, los casos de maltrato a estudiantes por el profesorado en comparación con el 2022. Estamos hablando de 3.168 casos reportados, según la plataforma Síseve.
La data, acá expuesta, es solo la reportada. Sabemos que la buena salud mental y el bienestar están asociados a mayor asistencia escolar, mejor rendimiento académico y participación en las aulas (Unesco, 2021). No cabe duda de que nuestros estudiantes necesitan desarrollar una caja de herramientas sociales y emocionales no solo para no ser generadores de violencia, sino para construir relaciones saludables, acoger a otros y enfrentar situaciones desagradables sintiéndose capaces de resolverlas. “La resolución de problemas y regulación de las emociones se asocian a mejor afrontamiento y resiliencia, una reducción de los síntomas de depresión y ansiedad y menor consumo de sustancias” (Unesco 2021).
Sabiendo que los niños y jóvenes pasan entre seis y ocho horas con nosotros en las escuelas, tenemos una responsabilidad que asumir y una oportunidad. Está claro que esta problemática necesita un abordaje sistémico que atienda su multidimensional. Lo que hoy les propongo es la humilde contribución desde mi rol como educadora, una suerte de foco inicial que oriente a los centros educativos y maestros.
La conversación: Quiero subrayar un elemento frecuentemente subestimado, pero de suma importancia, el poder transformador del diálogo y los beneficios de educar a los niños en el arte de conversar. La conversación es una herramienta poderosa para construir una cultura de bienestar. Exige el despliegue de habilidades sociales y emocionales, y forma a los niños en la resolución de conflictos. Visualizar una cotidianidad escolar donde la conversación sea protagónica es importante. Los niños necesitan sentir que sus voces son escuchadas y valoradas, lo que les permite desarrollar una mayor confianza en sí mismos y en sus habilidades para comunicarse.
Conversar se presenta como un ejercicio democrático que fomenta la expresión, el intercambio de perspectivas y la construcción colaborativa del pensamiento. Facilita la confrontación y ampliación de ideas, estimulando la curiosidad y promoviendo la escucha activa. Además, el sentido del humor desempeña un papel unificador al reducir tensiones, creando un ambiente propicio para el diálogo abierto y honesto.
Conversar es un ejercicio que vuelve a las diferencias un valor en sí mismo y, a su vez, pone en valor nuestras diferencias. Recuerdo la primera vez que escuché a una maestra decir, en medio de una discusión acalorada entre niños, “qué maravilla, tenemos distintos puntos de vista”. Actitudes que celebran la diversidad de opiniones fomentan la participación y evitan la violencia, generando un sentido de pertenencia entre los estudiantes. Días después, una niña de ese mismo grupo, durante la asamblea de reflexión, decía: “Todos hemos hablado, pero todavía no hemos escuchado a Ignacio”. La conversación puede ser acogedora e inclusiva.
El arte de conversar se revela también como una herramienta clave para el autoconocimiento. La interacción con otros desafía prejuicios, modifica perspectivas y enriquece nuestra comprensión de la vida.
Sin embargo, ¿cuánto conversamos en las escuelas? ¿Cuán curiosos nos mostramos los adultos por conocer el punto de vista de los niños y jóvenes? ¿Cuán capaces somos de renunciar a nuestro protagonismo en la conversación? ¿Cuánto conversamos con los estudiantes sobre los temas que los angustian, interesan o desean entender? ¿Cuánto espacio damos para el “siento que” o “pienso que”? Necesitamos estar disponibles para ellos y promover espacios frecuentes de diálogo grupal.
Una cultura de bienestar se caracteriza por todas aquellas formas de convivencia que promueven el estar bien de todos. En este sentido, la conversación puede ser un pilar fundamental. ¿Por qué disfrutamos tanto de conversar? Esta podría ser una interrogante para dar inicio a nuestro año escolar y una estrategia para activar la circularidad de la conversación que tanto bien nos hace.