Los procesos electorales se descomponen y recomponen de maneras difícilmente previsibles. En el tramo de la primera vuelta de estas elecciones, diversos hechos generaron un clima enrarecido y hasta hubo quienes exageradamente hablaron de fraude. Ese indeseable estado de cosas cambió radicalmente durante el tramo de la segunda vuelta y, más allá de ataques y pullazos, hoy podemos tener un balance mucho más favorable. Hoy nadie cuestiona el proceso electoral y el mismo hecho de que tanto Acuña como Guzmán hayan expresado claramente sus preferencias en la segunda vuelta hace explícito el reconocimiento a la validez de la elección.
Para empezar, se acabó la feria de procedimientos para la exclusión de los candidatos que hicieron tanto ruido en la primera vuelta. El JNE se reunió con los candidatos y pidió tener extremo cuidado con el tema de dádivas y los equipos de ambas campañas hicieron caso. Dicho sea de paso, observadores del proceso en las regiones dicen que la sanción a Acuña marcó un antes y un después en estas prácticas. Por lo tanto, aunque habría que revisar esa norma técnicamente deficiente, se debería considerar mantener la prohibición.
Por otro lado, en parte por ser solo dos candidatos, los debates resultaron mucho más interesantes. Como nunca antes en la historia electoral del país tuvimos dos debates presidenciales de segunda vuelta, uno de ellos fuera de Lima, lo que también es inédito.
Además tuvimos el debate técnico con mayor resonancia de todos los que se han dado, este también descentralizado. Hechas las sumas y restas, aunque es verdad que hubiésemos querido debates más dinámicos, podemos decir que los debates presidenciales nunca han tenido tanto alcance y desarrollo como en estas elecciones. En el futuro resultará inimaginable tener un solo debate presidencial o que solo sean en Lima.
En cuanto a la cobertura periodística del proceso electoral, podemos tener también una mirada positiva. Un monitoreo de medios realizado por el JNE e IDEA arroja algunos elementos de interés. Es verdad que la mayor parte de la información difundida sobre la campaña ha estado concentrada en temas no programáticos y que la presentación de ideas y propuestas no ha sido la norma sino la excepción. Pero también es verdad que ha habido notables esfuerzos de varios medios por ofrecer espacios y hasta herramientas informáticas para centrar el debate en las ideas. También es cierto que más de un diario (y destacadamente, El Comercio) ha editorializado enfocándose en discutir las ideas y propuestas de los candidatos y no otros elementos adjetivos de la campaña. La radio y televisión públicas han tenido también una cobertura por destacar. En primer lugar por un esfuerzo para garantizar pluralidad y equidad entre las fuerzas en contienda y también por centrarse en temas programáticos. La cobertura programática de la televisión pública fue, tres veces mayor que la de la televisión privada; y la de la radio pública aventajó a la de la radio privada también de manera importante.
Otros aspectos han marcado este proceso de manera positiva. El Tribunal de Honor del Pacto Ético ha tenido una actividad inusual en esta campaña, pues ha emitido quince comunicados públicos en los que se ha pronunciado con nitidez sobre la idoneidad de candidaturas, la prudencia y moderación en la contienda electoral, la necesidad de la reforma político-electoral y el tratamiento adecuado de la información por parte de los medios de comunicación.
Después de ser en muchas campañas un tema marginal, esta vez la transparencia en el financiamiento político ha sido un tema clave. En medio de acusaciones lanzadas entre los distintos bandos, ha surgido una importante generación de periodistas de datos, que usando información pública, han logrado identificar flujos y patrones del financiamiento de campañas en el Perú. Por su parte, la ONPE ha asumido de manera más activa su rol de verificación de fondos, destacándose al menos dos aspectos: la mayor periodicidad de los informes de campaña (antes bimestrales y ahora mensuales) y la publicidad inmediata de las rendiciones a través de su web. Claro está que, a pesar de los esfuerzos de la ONPE, su capacidad para investigar y sancionar sigue siendo un asunto que solo encontrará solución satisfactoria a través de una reforma radical de la Ley de Partidos.
Comparado con otros procesos electorales de la región, el peruano está entre los mejor organizados y los que generan más confianza, aunque, sin duda, hay muchas cosas por mejorar. Sobre todo en aspectos procedimentales. Se trata en muchos casos de reformas relativamente sencillas pero que podrían tener efectos importantes. Por ejemplo, la ONPE tuvo antes de la primera vuelta una iniciativa importante para facilitar la votación a los electores. Pidió que elijamos el local que nos queda más cerca y alrededor de un tercio de votantes en Lima lo han hecho. Es un buen inicio pues, según Ipsos, el 11% de quienes no votaron en la primera vuelta se abstuvieron porque su local de votación les quedaba muy lejos. Terminado el proceso electoral toca empezar un balance más prolijo y proyectar las reformas que sean necesarias.