Paola Ugaz

En la mañana del 25 de julio del 2023, el Arzobispo de Malta, Monseñor y Monseñor nos recibieron en la Nunciatura a Pedro Salinas y a mí. Se nos interrogó por separado, con delicadeza, empatía y mucho profesionalismo. Nos hicieron muchas preguntas, demostrándonos que se habían preparado a fondo y que conocían nuestros libros. Tanto a Pedro como a mí, siempre por separado, nos preguntaron por dos dudas que les quedaron a partir de las declaraciones realizadas el día anterior.

Nunca nos dijeron los nombres de los declarantes pero sus testimonios les hicieron ruido. No me pregunten por qué. Luego, descubrieron que ambos eran cercanos al . No transparentaron su situación de antemano. Quizás por eso se quedaron inquietos tras el encuentro.

Picados por la curiosidad, luego supimos por compañeros apostados ante la nunciatura quiénes habían hecho tales afirmaciones. Cualquiera que siguió aquellos días las noticias, sabe que todos los días había periodistas apostados por los alrededores de aquella Embajada.

En alguna ocasión, incluso siguieron a Scicluna y Bertomeu en sus cortos paseos por el vecino campo de Marte. Hizo impacto el atuendo deportivo: las zapatillas de marca, que acompañaban a la tenida siempre clerical del investigador catalán, acompañado del siempre sonriente religioso maltés. Les cuento incluso algo inédito: me contaron que por las mañanas vieron salir a correr hasta Chorrillos a Monseñor Bertomeu, también conocido desde hace años como el “007 del Vaticano”. Mens sana in corpore sano, especialmente para resistir las duras jornadas de la misión en Lima.

Al final de la semana, Raúl Tola hizo una breve crónica sobre la misión, pero nunca dijo los nombres de aquellos dos personajes que se colaron el primer dia. Por respeto a las fuentes, yo tampoco diré nunca quién nos dijo quién había estado en la Nunciatura el día anterior.

Las dos personas, implicadas en la triste historia de construir un escándalo donde no lo hay, y Percy Garcia Cavero, representante del Sodalicio, solo parecen tener ánimo de ensuciar la espléndida labor de la misión especial, y en particular al Papa Francisco que la ha enviado. En cambio, la mayoría de sobrevivientes, es decir, los abusados en el Sodalicio, los periodistas acosados por el Sodalicio y los comuneros de Piura que aun sufren la avidez del Sodalicio, les estaremos eternamente agradecidos.

Scicluna y Bertomeu, con gran valentía, han destapado este lodazal de corrupción y encubrimiento que es el Sodalicio fundado por Luis Fernando Figari, con abusos sexuales, físicos, de conciencia, espirituales, de poder, económicos y hasta en el ejercicio del periodismo. Los enviados del Papa Francisco nos han demostrado que no todo vale en la “defensa de la fe”. Que una cosa es la Iglesia y otra, muy diferente, una secta destructiva fundada por un joven de 24 años, ávido de poder, y que, según las pesquisas, había abusado de jóvenes antes de la fundación del Sodalicio en 1971.

Insisto, por si no ha quedado suficientemente claro: nunca ni Charles Scicluna ni Jordi Bertomeu nos dijeron el nombre de las dos personas que habían venido el día anterior. Supimos quiénes fueron gracias a que un exsodálite los identificó en las fotos registradas por un reportero gráfico. Así de simple.

Por tanto, en este caso, cuestionar la ‘Misión Scicluna-Bertomeu’ es cuestionar al mismo Papa Francisco que los envió para hacer finalmente justicia con las víctimas. Atacarles de la forma en que lo están haciendo es, simplemente, ruin. Del mismo modo, disparar como lo acaba de hacer Percy García Cavero, el representante legal de por lo menos tres organizaciones del Sodalicio (Asociación civil San Juan Bautista, Inversiones San Jose y Providential INC), contra Monseñor Bertomeu, es difamación. Por cierto, señor García Cavero, infórmese bien sobre qué cosa es secreto pontificio y deje de señalar nubarrones donde no los hay. Para mentir y comer pescado hay que tener mucho cuidado.

Del mismo modo que el expulsado periodista Alejandro Bermúdez acusa a Bertomeu de haber tenido contacto con Pedro Salinas en el 2019, también calla interesadamente, como consta en internet, que el Sodalicio tuvo contacto con Bertomeu mucho antes de la Misión. Siendo una autoridad reconocida internacionalmente en el tema de los abusos, les dio un curso de formación sobre la cultura del cuidado a los sodálites, aunque de poco les sirvió.

El catalán Bertomeu, si bien es huidizo con la prensa, pero cálido y divertido en el trato, siempre se mostró imparcial y consciente de la trascendencia de su trabajo en la curia. No creo que ambicione ninguna diócesis: se siente como pez en el agua donde está y el Papa Francisco así lo valora. Creo que las diferentes misiones que le ha encomendado Francisco lo avalan: Chile, Paraguay, y ahora Perú. Pero ello no ha impedido a este investigador, profesor de derecho canónico -en dos universidades romanas- ser especialmente empático con las víctimas.

Tampoco quiero callar acá el intento de levantar sospechas sobre el arzobispo de Malta, Charles Scicluna y una peregrina y alucinada relación con mafias maltesas, durante el mes de marzo. Otro intento fallido de poner en marcha el ventilador, para variar. El método de acoso y derribo del Sodalicio para acallar a los mensajeros y no escuchar el mensaje es la rúbrica de esta organización.

El momento culmen de tanto despropósito fue cuando Alejandro Bermúdez, aun sodálite, rebotó hace unos días un tuit en X donde acusa al Pontificado del Papa Francisco de “estar acechado por la corrupción”. Aquí es cuando ‘’los defensores del Sodalicio” empezaron a demostrar que estaban nerviosos.

Esta actitud matonesca de Percy Garcia Cavero, de aquellos a quienes representa y de Alejandro Bermudez, quizás pueda funcionarles con los peruanos, y en el Perú, donde el Sodalicio se movía como Pedro por su casa. Doy fe de ello. Yo he sufrido los ataques de García Cavero, Luciano Revoredo, Alejandro Bermúdez, José Antonio Eguren y un largo etcétera.

Pero no se engañen: la Misión Scicluna-Bertomeu se hizo en una embajada de la Santa Sede, con miembros con inmunidad diplomática y enviados personalmente por alguien con la autoridad moral universal como es el Papa Francisco. Estos ataques demuestran que nuestra sociedad peruana tiene un grave problema y, siento decirlo, me causan vergüenza ajena.

A mí, como agnóstica ‘in progress’ que se persigna cada vez que paso por una iglesia, me extraña que gente que se llama católica manifieste este tipo de actitudes. En cambio, un sobreviviente del Sodalicio, Renzo Orbegozo, hoy me ha escrito esto:

“La gente tiene que escuchar de parte de las víctimas que no estamos alegres. Esto es lo que yo siento. Si estuviera alegre, no me diferenciaría de ellos. Me da una profunda tristeza (lo que ha pasado con el Sodalicio), cosa que a ellos no le ha dado por ninguna de las víctimas. No hay vencidos ni vencedores. Hay miseria que debe ser corregida y sancionada”.

La talla moral de unos y otros queda meridianamente clara. Solo puedo hacer un reproche al Papa Francisco y a sus representantes, la Misión Scicluna-Bertomeu: qué pena que no vinieron antes. Y, por favor, no piensen que todos somos como el ecosistema tóxico que hoy les ataca.

La difamación aún es delito en este país. No estuvieron en otro planeta, aunque a veces lo parezca. Y, sobretodo, créanme: aún queda dignidad y decencia en Perú. Scicluna y Bertomeu: vuelvan. Queda mucho por hacer.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Paola Ugaz es periodista